En la madrugada de un día de noviembre, la quietud habitual de Cuautitliscali se vio interrumpida por una pregunta helada que recorrió
las calles como un susurro inquietante: ¿cómo puede un joven desaparecer por completo en cuestión de minutos, en una ruta que recorría cada noche, sin dejar un solo rastro?
Ese interrogante se ha convertido en una herida abierta para toda la comunidad, mientras el caso de Yeshua entra en su día veintitrés sin una explicación convincente.
La falla simultánea de las cámaras de vigilancia, las acusaciones directas contra las autoridades y el dolor inquebrantable de su familia han transformado este caso en un foco de tensión y debate que divide a la opinión pública.

Yeshua fue visto por última vez la madrugada del 13 de noviembre, cuando caminaba por Jardines de la Hacienda rumbo a su hogar.
Era un trayecto familiar, uno que había recorrido incontables veces. Sin embargo, en un momento que nadie puede precisar, como si una puerta invisible se hubiera cerrado de golpe, todas las señales sobre su paradero se desvanecieron.
Lo que ha desconcertado a la comunidad es que esta zona está repleta de cámaras de vigilancia, tanto privadas como públicas, que habitualmente captan la actividad nocturna.
Pero justo en la noche en que Yeshua desapareció, todas estaban fuera de servicio. Según la familia, muchas de ellas llevaban meses sin funcionar y ni siquiera la cámara C4 de la ciudad estaba operativa.

Esta “ceguera” total ha generado una sensación profunda de inseguridad. Cada vez más personas se preguntan si esta coincidencia es realmente fortuita o si forma parte de algo mucho más complejo.
Los padres describen el área donde desapareció su hijo como un “triángulo oscuro”, un punto donde cualquiera puede desvanecerse sin que exista un solo registro visual.
En su desesperación, revisaron cada calle, cada esquina, con la esperanza de encontrar al menos una cámara que hubiese grabado algo por accidente. No la encontraron.
Carla y Luis, los padres de Yeshua, han pasado más de tres semanas recorriendo la ciudad en un intento incansable por hallarlo.
Han distribuido volantes en postes, tiendas y estaciones, golpeando puertas, haciendo preguntas y aferrándose a la mínima posibilidad de que alguien haya visto algo extraño esa noche.

Pero lo único que han encontrado es silencio. El agotamiento se refleja en sus rostros, y cada día sin respuestas se vuelve un peso insoportable.
Luis confesó, con la voz quebrada, que lo único que necesita es saber dónde está su hijo; y si lo peor ya ocurrió, solo pide un lugar donde llorarlo. Sus palabras, sencillas y desgarradoras, han conmovido incluso a quienes no conocían a la familia.
Carla vive atrapada en un miedo constante. Aunque sabe que su hijo no tenía ninguna razón para marcharse por cuenta propia, prefiere aferrarse a esa posibilidad antes que imaginar escenarios aún más dolorosos.
Cada noche pronuncia el apodo cariñoso de su hijo, “Negrito”, repitiendo la promesa de que nunca dejarán de buscarlo y rogando que él, donde sea que esté, pueda mantenerse fuerte.

Yeshua soñaba con pasar la Navidad en Canadá; ahora, su familia solo puede aferrarse a la esperanza mientras el invierno avanza sin respuestas.
La situación se volvió aún más tensa cuando la familia acusó directamente a la policía local de estar involucrada en la desaparición.
Están convencidos de que alguien se llevó a Yeshua y que la falla masiva de las cámaras no es casualidad. Estas declaraciones han encendido un ambiente de indignación en Cuautitliscali.
Incluso varias de las manifestaciones de la familia han terminado en agresiones contra ellos, provenientes de quienes deberían garantizar su seguridad.
Para muchos habitantes, el caso de Yeshua ha dejado de ser una tragedia aislada para convertirse en un reflejo alarmante de las debilidades del sistema de vigilancia y seguridad de la ciudad.

¿Por qué tantas cámaras estuvieron inactivas durante tanto tiempo sin ser reparadas? ¿Cómo es posible que ni una sola haya captado los últimos pasos del joven? ¿Qué sucedió realmente en los minutos previos a su desaparición?
Mientras tanto, cada dato, cada testimonio, por pequeño que sea, representa un hilo de esperanza para la familia.
Continúan organizando jornadas de búsqueda, repartiendo volantes y pidiendo ayuda a la ciudadanía. Aseguran que no se detendrán hasta saber la verdad.
La pregunta crucial sigue suspendida en el aire: ¿con quién se encontró Yeshua en la oscuridad y quién tuvo la capacidad de borrar toda huella de su presencia?
Hasta que esa respuesta llegue, Cuautitliscali seguirá sumida en la incertidumbre, y la familia de Yeshua seguirá caminando, día tras día, entre la esperanza y el dolor, buscando al hijo que desapareció sin dejar rastro.