El nombre Wilfrido Vargas se escribía con letras de oro en la historia del merengue. Su trompeta era como un rayo que rompía el silencio de las emisoras, su voz encendía fiestas, y su mente —creativa y exigente— moldeó carreras como la de Rubby
Pérez, Eddy Herrera y Las Chicas del Can.
Pero detrás de ese ídolo carismático y su risa contagiosa, se escondía una vida marcada por tormentos silenciosos y decisiones que, años después, parecen pasarle
factura.
Desde muy joven, “Fifido”, como le decían cariñosamente, mostró una genialidad musical única.
Mientras otros niños jugaban a la pelota, él soñaba con melodías.
Criado en una familia pobre pero llena de ritmo, heredó una pasión que lo llevaría a conquistar escenarios en todo el continente.
Nadie podía frenar su ascenso: premios, giras, producciones internacionales, una orquesta de precisión militar y un catálogo de éxitos que aún hoy resuenan.
Wilfrido Vargas fue hospitalizado tras grave crisis de salud
Pero todo lo que sube…
Con el paso de los años, comenzaron a salir grietas.
Algunos exintegrantes de su orquesta lo acusaban de explotarlos, de exprimirlos hasta dejarlos secos y luego desecharlos sin consideración.
Wilfrido era exigente, sí, pero también visionario.
¿Era ese su verdadero pecado? Sea como sea, muchos de esos artistas, que alguna vez le debieron su carrera, hoy brillan por su ausencia.
Porque cuando la vida le dio la vuelta y le tocó caer, casi nadie estuvo ahí para levantarlo.
La caída no fue repentina, sino lenta, cruel, y llena de confusión.
Wilfrido empezó a comportarse de forma errática.
Entrevistas donde parecía hablar sin sentido, videos virales que lo mostraban “ido”, confundido, incluso acusado de estar bajo efectos del alcohol.
Pero luego se supo la verdad: no era embriaguez, ni decadencia moral.
Wilfrido Vargas fue dado de alta tras varios días en UCI: este es el reporte – El País
Era una condición de salud mental arrastrada desde su niñez.
Una tormenta interna que nunca fue diagnosticada correctamente, y que lo acompañó desde que era apenas un niño enfermo al que le quitaron las amígdalas por
error, creyendo que su tristeza era una infección de garganta.
Ya de adulto, una mezcla desafortunada de medicamentos y un mal manejo de sus presentaciones públicas lo dejó vulnerable ante los medios y el público.
Se decía de todo: que estaba borracho, que lo estaban envenenando, incluso que querían quedarse con su dinero.
Y mientras los rumores crecían, su soledad también.
Su enfermedad lo alejaba del escenario y lo sumía en episodios de confusión y tristeza que hoy lo tienen prácticamente retirado del mundo artístico.
Desde Colombia, donde reside actualmente, Wilfrido enfrenta su batalla más dura: la del olvido.
Su legado es indiscutible, pero parece que nadie quiere cargar con el peso de su presente.
Y si te dijera que la depresión también tiene su encanto?”: Wilfrido Vargas habla sobre una condición que lo ha perseguido toda su vida
Algunos dicen que todo esto es karma, otros que es simplemente la vida mostrándonos lo injusta que puede ser incluso con los más grandes.
Porque ¿cómo se explica que el mismo hombre que internacionalizó el merengue termine en este estado? ¿Cómo es posible que tantos artistas a los que él lanzó al
estrellato hoy guarden silencio ante su deterioro?
El caso más simbólico fue el de Rubby Pérez, su pupilo más talentoso, cuya muerte lo golpeó emocionalmente como ningún otro evento.
Ver partir a quien alguna vez fue “la voz” de su orquesta fue un golpe que aún lo tiene tambaleando.
Y ni hablar del escándalo con Belkys Concepción, quien lo acusó de haberse apropiado del nombre de Las Chicas del Can mientras ella estaba enferma.
Wilfrido lo negó todo, pero las heridas quedaron.
A pesar de todo, la historia de Wilfrido no puede reducirse solo al drama.
La Playlist Olímpica con Wilfrido Vargas
Fue galardonado con premios internacionales, participó en festivales legendarios, fue nominado a los Grammy y condecorado por presidentes.
Su vida fue una mezcla de gloria, controversia y resiliencia.
Pero hoy, lo que más necesita no es un nuevo premio, sino el reconocimiento real, el abrazo de sus pares, y sobre todo, comprensión.
Wilfrido Vargas no está acabado, pero sí está herido.
Y aunque sigue creando, componiendo y luchando con su mente en una especie de campo minado emocional, su legado está más vivo que nunca.
La pregunta es: ¿estamos listos como sociedad para abrazar también al artista caído, o solo celebramos a los que están en la cima?
Porque si algo nos enseña esta historia es que la fama, por más ruidosa que sea, no puede callar el dolor del alma.
Y Wilfrido Vargas, ese gigante del merengue, hoy camina en silencio, esperando que el mundo recuerde no solo sus éxitos, sino también su humanidad.