¿Traición mortal? La historia oculta entre Viruta, Antonio Raxel y un disparo olvidado

Su talento y carisma lo convirtieron en un ícono nacional, símbolo de alegría y éxito.

Sin embargo, detrás de esa imagen pública de felicidad y estabilidad, se escondía una historia oscura que pocos conocieron y que podría haber destruido su carrera en su mejor momento.

Durante la década de los 50, Viruta y Capulina llenaban teatros y conquistaban la pantalla grande, ganándose el cariño del público mexicano.

Marco Antonio Campos disfrutaba de fama, giras interminables, una carrera en ascenso, un matrimonio aparentemente sólido y una vida acomodada en la Ciudad de México.

Antonio Raxel – Actor

Pero, como ocurre con frecuencia en el mundo del espectáculo, la realidad tras bambalinas era muy distinta.

La esposa de Viruta, conocida en círculos sociales por su elegancia y distinción, comenzó a sentirse atrapada en la rutina matrimonial.

Buscaba nuevas emociones y compañía en reuniones privadas donde se mezclaban productores, músicos y actores secundarios.

Fue en una de esas veladas donde conoció a Antonio Raxel, un actor con una voz profunda y misteriosa, que se movía con soltura en el teatro y el cine de reparto, y que más tarde sería una leyenda del doblaje.

Lo que empezó como admiración mutua entre la esposa de Viruta y Antonio Raxel rápidamente se convirtió en una relación clandestina.

Primero fueron encuentros en casas de amigos, luego citas discretas en hoteles de la Ciudad de México, y finalmente, según rumores, incluso en la propia residencia de Viruta, aprovechando sus constantes ausencias por trabajo.

El jardinero de la familia, testigo involuntario de esta historia, relató escenas que marcaron para siempre la vida de Viruta: besos robados en el jardín, risas apagadas tras las cortinas y caricias furtivas en rincones insospechados.

Durante más de una década, esta relación secreta se mantuvo en silencio, mientras en el medio artístico algunos sospechaban y otros murmuraban, pero nadie se atrevía a confirmar nada.

El punto de quiebre llegó en 1967, cuando Viruta encontró una carta olvidada en un tocador.

En ella, Antonio Raxel expresaba promesas de un futuro juntos, declaraba que su amor ya no podía seguir oculto y que estaba dispuesto a arriesgarlo todo por la esposa de Viruta.

Este hallazgo devastó al comediante, quien hasta entonces había sido conocido por su sonrisa contagiosa y su buen humor.

El impacto fue inmediato y violento: Viruta rompió cuadros, destrozó copas de cristal y gritó con furia en su hogar.

ANTONIO RAXEL, HERMINIA LLORENTE, unknown picture (c. 1955), f17038
El dolor de la traición le cayó como un balde de agua helada, pero lo peor estaba por venir.

Una noche, después de regresar de una función, Viruta habría sorprendido a su esposa y a Antonio Raxel juntos en la sala de su casa.

El jardinero escuchó gritos, insultos y luego un estruendo metálico seguido de un silencio sepulcral.

Según el testimonio del jardinero, Viruta, fuera de sí, tomó un revólver de un cajón y disparó, hiriendo a Antonio Raxel en el hombro.

Este episodio pudo haber arruinado no solo dos carreras, sino también un matrimonio y la reputación de ambos hombres.

Sin embargo, la historia fue silenciada con rapidez y brutalidad.

Productores influyentes intervinieron para evitar el escándalo.

Un médico amigo atendió a Raxel en secreto y los documentos oficiales disfrazaron la herida como un accidente menor. La prensa jamás se enteró y nadie publicó nada al respecto.

No obstante, en fiestas privadas y camerinos el rumor corría como pólvora: Viruta casi mata a Raxel por meterse con su esposa.

La cabeza viviente (1963) - Antonio Raxel as Prof. Urquizo - IMDb

Después de aquella noche fatídica, la vida de Viruta cambió para siempre.

Quienes lo conocieron aseguran que se volvió más reservado, desconfiado y menos alegre fuera del escenario.

La herida invisible de la traición lo acompañó hasta el final de sus días, marcando su personalidad y su forma de relacionarse con los demás.

Por su parte, Antonio Raxel continuó su carrera y alcanzó gran prestigio como actor de doblaje, pero siempre cargó con la sombra de aquel episodio que nunca se divulgó oficialmente.

La fama y el respeto no lograron borrar el estigma del rumor que lo persiguió hasta su muerte.

Una década después, en 1977, el jardinero decidió romper el silencio.

Confesó lo que había visto: los besos furtivos, la carta comprometedora, los gritos y el disparo.

Su testimonio causó conmoción en pequeños círculos de la farándula.

Algunos negaron los hechos, otros prefirieron guardar silencio, pero muchos reconocieron que su relato encajaba con lo que durante años se había susurrado.

Antonio Raxel – Actor

Así, entre confidencias y silencios, se escribió uno de los capítulos más ocultos en la vida de Viruta.

Un secreto que, de haberse revelado en su momento, habría destruido la imagen de uno de los comediantes más queridos de México.

Esta historia nos recuerda que la fama y el reconocimiento no protegen a nadie de las heridas más profundas.

Detrás de la imagen pública de un comediante intachable, había un hombre golpeado por la traición y por un silencio impuesto por el miedo al escándalo y la censura.

La farándula mexicana, como muchas otras, estuvo y está llena de secretos guardados bajo llave, de pasiones prohibidas y de verdades ocultas para preservar una imagen pública.

La pregunta que queda es si Viruta debió enfrentar públicamente aquella traición o si el silencio fue la única salida posible en una época donde la moral y la censura pesaban más que la verdad.

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Viruta y Antonio Raxel dejaron un legado artístico importante, pero también una historia humana compleja, llena de emociones encontradas.

Mientras uno fue símbolo de alegría y éxito, el otro fue envuelto en un misterio que afectó su vida personal y profesional.

Hoy, al recordar esta historia, podemos entender mejor las luces y sombras que acompañan a quienes viven bajo el escrutinio público.

La vida detrás del escenario puede ser tan dramática como cualquier guion, y las heridas invisibles pueden marcar para siempre la existencia de quienes parecen invencibles.

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