Su muerte no solo marcó el fin de una era para Hollywood, sino que también desató una ola de homenajes y revelaciones que conmocionaron a la industria y a sus seguidores en todo el mundo.
Entre las voces más destacadas que rompieron el silencio tras su partida se encuentra Morgan Freeman, su amigo y colega de casi cinco décadas, quien ofreció un tributo breve pero cargado de profunda emoción y respeto.
Robert Redford nació en 1936 en California, en una familia trabajadora de ascendencia irlandesa.
Su infancia estuvo marcada por la pérdida de su madre a los 18 años, un golpe que dejó una herida profunda y que moldeó su visión de la vida y del arte.

Tras abandonar la universidad, Redford viajó por Europa ganándose la vida como pintor callejero, una etapa que forjó su sensibilidad artística y su amor por la cultura.
Su entrada al teatro y posteriormente a Hollywood fue rápida, alcanzando la fama con la película *Butch Cassidy and The Sundance Kid* (1969), donde su química con Paul Newman los consagró como el dúo dorado del cine.
Durante la década de los 70, Redford consolidó su posición como uno de los actores más admirados, protagonizando éxitos como *The Sting* (1973) y *All the President’s Men* (1976), esta última una película que mostró su compromiso con temas políticos y sociales.
En 1980, sorprendió al mundo al dirigir *Ordinary People*, que ganó el Oscar a Mejor Director y Mejor Película, evidenciando que su talento trascendía la actuación.
Redford continuó actuando y dirigiendo con éxito, participando en películas emblemáticas como *Out of Africa* (1985) y *A River Runs Through It* (1992).
Su capacidad para interpretar personajes complejos y su integridad artística lo distinguieron en una industria muchas veces dominada por el espectáculo superficial.
Uno de los mayores legados de Robert Redford fue la creación del Sundance Institute y el Festival de Sundance, fundados en 1981.
Este movimiento revolucionó el cine independiente en Estados Unidos y en el mundo, proporcionando una plataforma para que cineastas emergentes como Quentin Tarantino, Steven Soderbergh y otros pudieran contar historias auténticas y arriesgadas.
Sundance se convirtió en el hogar de la innovación y la diversidad creativa, un lugar donde las pequeñas historias con gran significado podían encontrar su voz.
Este compromiso con el arte y la cultura independiente fue parte esencial de la visión de Redford, quien entendió que el cine no solo debía entretener, sino también provocar reflexión y cambio social.
Morgan Freeman y Robert Redford compartieron una amistad que comenzó en 1980 durante el rodaje de *Brewster’s Millions*.
A pesar de las diferencias de estatus y experiencias, su conexión fue inmediata y profunda.
Freeman, entonces un actor en ascenso, encontró en Redford un mentor y amigo genuino, alguien que valoraba la lealtad al arte por encima de la fama.

Ambos volvieron a trabajar juntos en *An Unfinished Life* (2005), donde su química en pantalla reflejaba la verdadera amistad que los unía.
Tras la muerte de Redford, Freeman rompió décadas de silencio con un emotivo mensaje en redes sociales, donde recordó con cariño los momentos compartidos y destacó la autenticidad y la humanidad de su amigo.
Más allá del cine, Redford fue un activista comprometido con la protección del medio ambiente y la justicia social.
Desde joven, su amor por la naturaleza lo llevó a luchar contra la explotación irresponsable de los recursos naturales y a apoyar causas ambientales con pasión y dedicación.
Su activismo incluyó testimonios ante el Congreso y discursos en organismos internacionales, recordando siempre que la tierra es el escenario fundamental para contar cualquier historia.
Este compromiso con la sostenibilidad también se reflejó en la gestión del Sundance Resort y el Instituto Sundance.
La vida de Redford estuvo marcada por pérdidas personales profundas, incluyendo la muerte de su madre, de sus hermanas gemelas en la infancia y, más recientemente, la de su hijo James Redford en 2020, quien fue un destacado cineasta y activista ambiental.
Estas tragedias influyeron en su obra, impregnándola de una sensibilidad única hacia el dolor, la esperanza y la redención.
Redford se casó dos veces, y en sus últimos años encontró en su esposa Cybil Shepherd una compañera que le brindó paz y armonía.
A pesar de su fortuna estimada en más de 200 millones de dólares, Redford mantuvo una vida sencilla y cercana a la naturaleza.

Robert Redford dejó un legado imborrable en el cine, tanto por sus actuaciones como por su visión para el cine independiente y su activismo ambiental.
Su influencia perdura en la generación de cineastas que surgieron gracias a Sundance y en el público que encontró en sus películas un refugio para la reflexión y el sentimiento.
Morgan Freeman, al expresar su despedida, no solo honró a un amigo, sino a un símbolo de integridad y pasión por el arte.
En un mundo saturado de ruido, su mensaje breve y sincero resonó con fuerza, recordándonos que la verdadera amistad y el compromiso con la verdad son eternos.