Apenas se filtraron la fotografía y los datos de alerta de Interpol a nombre de Zulma Guzmán, la opinión pública en Colombia quedó conmocionada.
Una mujer considerada cercana a su comunidad, sin antecedentes graves, aparece ahora como objetivo de una búsqueda internacional en el caso de envenenamiento con talio que terminó con la muerte de dos niñas en Bogotá.
La publicación de la alerta no solo agitó las redes, sino que encendió el debate sobre el nivel de planificación,
la posible motivación y los movimientos sospechosos de Guzmán antes de abandonar el país.

La línea investigativa cambió drásticamente cuando los agentes del CTI hallaron un detalle en apariencia insignificante, pero decisivo: un código impreso en la maleta de un repartidor.
Ese rastro permitió identificar al domiciliario que, el 3 de abril, entregó la caja de frambuesas en la vivienda de las víctimas.
Al ser interrogado, el hombre reconstruyó la ruta del envío con absoluta precisión y señaló que había acudido dos veces al lugar, la primera sin respuesta, la segunda con la entrega finalizada. Su relato confirmó que el pedido fue solicitado por una amiga cercana de Guzmán.
Dos días después de aquella entrega comenzaron las hospitalizaciones. Una de las niñas falleció el mismo 5 de abril y la segunda murió el 9.
La menor que sobrevivió aún enfrenta una condición médica delicada que ha dificultado obtener una declaración completa.

Las fechas coinciden por completo con el trayecto y el consumo del alimento contaminado, reforzando la hipótesis de que el talio fue introducido antes de su distribución.
Lo que más sorprendió a los investigadores fue el nivel de conocimiento que Guzmán tenía sobre la familia. Más de veinte años de relación le permitieron saber su dirección exacta, sus horarios y hasta sus preferencias alimentarias.
Las frambuesas cubiertas de chocolate eran un producto habitual en esa casa, un punto que se ajusta de manera inquietante a las características del paquete entregado.
Además, Guzmán conocía el día en que todos estarían reunidos, un dato que encajó de manera precisa con la entrega del envío.

Para la Fiscalía, cuatro elementos vinculan directamente a Guzmán: pleno conocimiento de la dirección, identificación de los gustos de la familia, información sobre el día en que todos estarían juntos y el envío de un producto sin saber quién lo consumiría.
Cuando se enteró de lo ocurrido, Guzmán abandonó el país con rapidez. Su ruta migratoria quedó documentada: Argentina, Brasil, España y, finalmente, Reino Unido. Esta movilidad llevó a la Fiscalía a solicitar la notificación roja de Interpol para ubicarla en cualquier frontera.
Paralelamente, el testimonio del repartidor se consolidó como una pieza esencial. No solo describió la entrega, sino que confirmó que el paquete fue solicitado por una amiga de Guzmán, dato que ayudó a conectar el pedido con los tiempos del envenenamiento y con los movimientos migratorios de la señalada.

Con la imputación ya lista, la Fiscalía espera ahora que Interpol logre localizar a Zulma Guzmán para iniciar el proceso formal y esclarecer las preguntas que aún rodean este caso que ha remecido a todo el país.
La revelación de la notificación roja plantea un escenario inquietante: ¿qué motivó a una mujer con acceso total a la vida privada de esa familia a convertirse en el centro de una tragedia?
Y, aún más, ¿actuó sola o forma parte de un entramado mayor? Mientras avanza la búsqueda internacional, Colombia aguarda respuestas que puedan dar sentido a uno de los episodios más dolorosos y controvertidos de los últimos años.