El 12 de octubre de 2025, Madrid fue escenario del tradicional desfile militar que conmemora el Día de la Hispanidad, un acto que reúne a miles de miembros de las Fuerzas Armadas, autoridades y la familia real española.
Sin embargo, lo que debía ser una celebración solemne y unitaria se vio empañado por una serie de polémicas que han generado un intenso debate público.
Desde el inicio, la atención se centró en la familia real y su interacción con el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, y otras autoridades.
La infanta Sofía, tras cuatro años ausente debido a sus estudios en un internado, regresó al evento con un semblante serio y un estilismo que no pasó desapercibido.
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Su vestido corto de lunares combinado con una capa negra fue duramente criticado por parecer anticuado y poco adecuado para una joven de 18 años, generando comparaciones poco halagüeñas y un contraste marcado con la elegancia de su madre, la reina Letizia.
Letizia, por su parte, lució un vestido verde esmeralda que, aunque no rompió esquemas, fue considerado correcto y acorde con la solemnidad del acto.
Sin embargo, su expresión seria y su postura rígida durante el desfile llamaron la atención, especialmente en contraste con la compostura profesional y militar de Felipe VI y la princesa Leonor, quienes vistieron sus uniformes de gala del ejército del aire y del espacio, respectivamente.
Las imágenes captaron momentos de tensión y distancia entre las figuras principales.
En varias ocasiones, se observó a Letizia haciendo gestos hacia Felipe, aparentemente señalando algún detalle de su traje, pero sin obtener respuesta, lo que fue interpretado por algunos como un símbolo de cierta frialdad o falta de comunicación entre ambos.
La princesa Leonor destacó por su actitud profesional y disciplinada, manteniendo una postura firme y realizando saludos militares con precisión, lo que la contrastó aún más con la presencia más pasiva y menos destacada de la infanta Sofía y Letizia, quienes no portaban uniforme militar y parecían más bien “invitadas de piedra” en el contexto del desfile.
Otro punto álgido fue la reacción del público, que no dudó en expresar su descontento con pitos y abucheos dirigidos principalmente a Pedro Sánchez y, en menor medida, al rey Felipe VI.
Estos abucheos, un clásico en este tipo de eventos, reflejan la polarización política y social que vive España, y aunque forman parte de la tradición, cada año generan debates sobre su conveniencia y significado.
Durante el besamanos, momento solemne en el que las autoridades saludan a los reyes y miembros de la familia real, se pudo apreciar la seriedad de la infanta Sofía, que saludó con la misma formalidad que otros asistentes, aunque sin mostrar emociones visibles.
Letizia, siempre atenta, fue vista conversando brevemente con Sofía, quizás tratando de aliviar la tensión o simplemente compartiendo un instante familiar en medio del protocolo.
La ausencia de la esposa de Pedro Sánchez, Begoña Gómez, fue también un tema comentado, ya que otros presidentes autonómicos y alcaldes asistieron acompañados de sus parejas, lo que añadió un matiz más a la percepción de aislamiento del presidente en este acto.
En cuanto a la organización y desarrollo del desfile, se rindió homenaje a la Unidad Militar de Emergencias (UME) y a las víctimas de la Dana, con momentos emotivos como el salto de paracaidistas y la formación aérea que pintó la bandera española en el cielo, aunque la niebla desdibujó un poco el espectáculo visual.
El acto, que duró aproximadamente una hora y media, estuvo marcado por la solemnidad y el respeto a los caídos por España, con la tradicional colocación de la corona de laurel a pie del mástil y la interpretación de marchas militares.
Sin embargo, la atmósfera se vio ensombrecida por las tensiones visibles entre los protagonistas y la polémica generada en redes sociales y medios de comunicación.
En conclusión, el desfile del 12 de octubre de 2025 dejó claro que, más allá de la pompa y el protocolo, existen dinámicas complejas y a veces incómodas entre la familia real y el gobierno.
Las diferencias en estilo, actitud y comportamiento han sido interpretadas como reflejo de una España dividida, donde la tradición y la modernidad chocan en un escenario que debería ser de unidad.
¿Podrá la familia real y el gobierno superar estas diferencias para proyectar una imagen de cohesión en futuros eventos?
¿O continuarán las tensiones y polémicas marcando cada celebración nacional?
Lo cierto es que, tras este desfile, las miradas estarán más atentas que nunca a cada gesto y palabra de sus protagonistas.