María Patiño, esa figura que en su día pudo ostentar un atisbo de periodismo, ha protagonizado la caída más estrepitosa de la credibilidad desde que decidió sustituir el juicio propio por la voz que le susurra al oído.

El día de ayer, un lunes que pasará a la historia de la prensa rosa digital, fue pillada con el carrito del helado, dejando al descubierto un momento de un descaro tan inaudito que ha provocado un auténtico terremoto en todas las plataformas sociales.

Aunque esta no es, ni mucho menos, la primera vez que la Patiño es sorprendida mientras le dictan por el famoso pinganillo las frases exactas que debe vomitar, lo ocurrido en esta ocasión ha sido de una transparencia brutal, rozando el esperpento televisivo más ridículo.

El bochorno alcanzó su punto álgido justo cuando la presentadora se encontraba en medio de una de sus habituales y ensordecedoras arremetidas contra la figura de Gloria Camila y el siempre polémico Antonio David Flores.

El discurso es ya un mantra gastado que se repite hasta la saciedad, una letanía predecible que convierte cualquier debate en una misa fúnebre de ideas.

Antonio David es el que supuestamente está detrás de todo, el gran manipulador en la sombra, el director de orquesta que mueve los hilos invisibles de un universo de conspiraciones.

Justo en el momento de mayor vehemencia, mientras María Patiño insistía con este habitual y cansino argumento, a los integrantes de la nueva troupe mediática, ahora conocidos como “no somos nadie,” se les vio el cartón completamente.

La famosa y viralizada “pausa dramática” de María Patiño es la pieza central de este circo de la desinformación.

Al decir: “A mí me parece una chica muy manipulada por Antonio David porque estuvieron compartiendo durante la durante la pandemia. Creo que hay…”, la Patiño se detuvo, en un silencio incómodo y extrañísimo que lo dice todo.

Se quedó en shock, en un blanco mental que no era fruto de la reflexión, sino de la interrupción externa.

El mismo discurso, el de Antonio David como abductor y maestro titiritero, colapsó en el aire, demostrando que la supuesta convicción era una mera repetición mecánica.

Esta pausa tiene dos lecturas, ambas demoledoras para la imagen de la periodista y el programa.

La primera, la más obvia y ya conocida, es que le estaban dictando lo que tenía que decir, se ha cortado la comunicación o, directamente, ha perdido el hilo de la frase prefabricada que estaba recitando sin alma.

Es una imagen lamentable para alguien de su trayectoria, una verdadera pena ver cómo una carrera se desmorona al convertirse en la caja de resonancia de otros.

La segunda posibilidad, que es mucho más interesante y reveladora del nuevo status quo mediático, es que el director, el famoso Valdeperas, le haya gritado por el pinganillo que parase inmediatamente, aterrorizado por la posibilidad de una nueva demanda de Antonio David Flores.

Es un giro de guion épico que expone la nueva realidad.

En Telecinco gozaban de barra libre para decir toda clase de barbaridades, sabiendo que Mediaset se encargaría de abonar las cuantiosas sentencias en contra.

Pero ahora, en el “pisito,” con audiencias paupérrimas, recursos limitados y salarios justos, el terror a un pleito con el ex guardia civil es palpable.

La más mínima extralimitación puede suponer un descalabro financiero para esta nueva aventura.

Están, si se me permite la expresión, “acojonados” de que cualquier desliz les cueste un disgusto legal insalvable.

El director, con un criterio que se agradece por una vez, ha cortado a María Patiño para evitar que siguiera por una senda peligrosamente litigiosa.

Esto demuestra que la ideología y el mantra fucsia se detienen justo donde empieza el miedo a pagar una indemnización.

Mientras el drama del pinganillo se desarrollaba, la polémica con Ana María Aldón, que ha vuelto a la carga con la intensidad de un huracán de chatarra, ha recibido una réplica contundente por parte del ‘Maestro’ Ortega Cano.

La ex mujer del torero, en un afán desesperado por recuperar el protagonismo mediático que se desvanece con cada emisión, ha recurrido al manual de siempre: hablar de Ortega Cano, de Gloria Camila y, como novedad, reclamar un testamento en el que, honestamente, su opinión no pinta absolutamente nada.

Las condiciones ventajosas que le quedaron tras su separación no han saciado su apetito.

En su ansia inagotable por seguir devorando el dinero fácil de los platós y las revistas, Ana María Aldón está jugando con asuntos extremadamente delicados, cruzando líneas rojas que un padre no puede tolerar.

Y esto es precisamente lo que Ortega Cano, con una serenidad pasmosa y una educación que desarma, ha salido a recordarle ante las cámaras.

Ante la pregunta en un photocall sobre su hija, Gloria Camila, y las últimas advertencias de medidas legales contra Gema Aldón, el torero se mantuvo firme, aunque evasivo, señalando: “Bueno, son cosas muy problemáticas, muy mal, ¿no? Pero vamos, eh estamos hoy aquí en este evento y y vamos a disfrutarlo.”

Un apunte importante en este affaire es que Gema Aldón, que se las da de valiente con la verdad por delante, ha recogido cable rápidamente en cuanto Gloria Camila la advirtió con demandarla.

La valentía solo dura hasta que la justicia llama a la puerta.

La respuesta más significativa, sin embargo, fue la dedicada a su ex esposa.

Cuando le preguntaron si Ana María siempre tendrá las puertas abiertas, la respuesta de Ortega Cano fue una estocada elegante.

“Sí, pero ella también tiene que corresponder. Tiene que corresponder.”

Lo que el torero subraya es que la convivencia civilizada en pro de su hijo en común exige bidireccionalidad.

Lo que no está bien, lo que es inaceptable, es que una diga una cosa y al día siguiente haga la contraria.

El niño es la prioridad, y eso debe respetarse al máximo.

La guinda de la polémica, el intento autolítico supuestamente vivido por Aldón en su casa, que ha sido utilizado sin pudor en televisión, ha dolido profundamente al torero, quien solo pudo responder con una frase lapidaria, que lo resume todo: “Es muy fácil decirlo y muy difícil de hacerlo.”

Aunque Ortega Cano se mantuvo comedido, su mensaje es claro: basta ya de buscar polémicas y cosquillas para seguir rascando dinero en los platós, porque hay un hijo de por medio, y su bienestar es sagrado.

Sin embargo, el pesimismo es la única realidad: ya se encargarán los de siempre de tergiversar las correctas y firmes declaraciones de Ortega Cano para que Ana María Aldón, asesorada convenientemente, pueda montar el dramón de turno en televisión, victimizándose una vez más.

Lo predecible se vuelve aburrido.

La hipocresía es el único idioma que manejan a la perfección los que se autodenominan “integrantes de la marea fucsia.”

El nuevo affaire de la semana fue la indignación que provocó en ciertos círculos la imagen de Terelu Campos abrazando a Gloria Camila en la final de Supervivientes.

Resulta que para los más radicales, aquellos a los que nadie debería prestar atención, un simple gesto de afecto entre dos personas civilizadas es motivo de escándalo y un ataque a su causa.

El programa que ahora acoge a estos ex colaboradores de Sálvame le dio pábulo a esta tontería, convirtiendo un abrazo cordial en un tema de debate nacional.

Kiko Matamoros, con su habitual asombro fingido, comentó que le llamó la atención el beso que Terelu le dio a Gloria Camila.

El problema es que tienen ya tan normalizado que cualquiera que haya expresado una crítica hacia Rocío Carrasco deba ser inmediatamente considerado un apestado social, que el más mínimo gesto de humanidad se convierte en un escándalo.

Gloria Camila no es la némesis de su hermana.

Simplemente ha dicho cosas que son muy comprensibles desde la perspectiva de una hermana menor que no ha contado con el apoyo de su hermana mayor cuando la ha necesitado de verdad.

Pero la ley no escrita es implacable: todo lo que implique posicionarse en contra de la “pareja de luz” te convierte automáticamente en villano, en un paria sin derecho a la más mínima decencia.

Aquí entra en juego la respuesta más certera y brutal, la de la ‘bruja cotilla,’ que puso sobre la mesa la famosa y nauseabunda doble vara de medir.

Se escandalizan por el abrazo de Terelu, pero la memoria histórica de este programa es selectiva.

Ahí están las fotografías, que no mienten, de Ana María Aldón abrazándose a Jorge Javier Vázquez cuando el presentador afirmaba, en ese momento, que Ortega Cano le daba “mala vida” a Rocío Jurado.

Es crucial recordar que, cuando ese abrazo tuvo lugar, Ana María Aldón todavía no se había divorciado oficialmente del torero.

En el mismo saco de la hipocresía encontramos las imágenes de Aldón junto al ‘Maestro’ Yao, un personaje que ha vertido todo tipo de improperios contra Ortega Cano y su familia.

La ‘bruja cotilla’ lo sentenció con una pregunta brillante: “¿Por qué no se le puede dar un abrazo a Gloria Camila? ¿Picha o algo así?”

Lo deseable, y lo más sano, sería que su propia hermana la abrazara, en lugar de que todos la repudien como una auténtica inquisición.

El episodio de María Patiño y el pinganillo es la demostración final.

Es la prueba irrefutable de que estos profesionales, que van de adalides de la verdad, no son más que títeres que recitan al dictado los argumentos que les pasa el director.

Y lo peor no es la manipulación, sino la pobreza argumental de quien dicta la frase.

Volver a insistir en que Antonio David manipuló a Gloria Camila porque convivieron durante la pandemia es un argumento de parvulario, insostenible y ridículo.

Hay que elevar el nivel de la crítica.

Hay que trabajar los argumentos.

Porque, como muchos sospechamos, se avecinan acontecimientos importantes en el universo mediático, y van a necesitar munición mucho más pesada para defender a su “querida pareja de luz” de lo que es, simplemente, una frase dictada que se pierde en una pausa vergonzosa.

Lo de siempre, que no quieren ver la realidad y ya está.

Una vez más, han quedado retratados, no solo como repetidores de un guion, sino como repetidores de un guion malo.

El bochorno es total.

La credibilidad, inexistente.

La verdad, un susurro que se silencia por miedo a un burofax.

El público, que no es tonto, está cansado de esta farsa, de este teatro de doble moral y de argumentos huecos.

La única certeza que nos queda es que, en el circo de la televisión, la verdad nunca ha sido una prioridad, solo un accesorio que se puede encender y apagar con un pinganillo y el terror a un juez.

Y eso, amigos, es el verdadero shock de la prensa del corazón.