“No entre, señor”. La frase fue breve, casi inaudible, pero en el video que circula masivamente en redes sociales se convierte en un inicio inquietante.
No hay disparos ni persecuciones armadas, solo la advertencia de una empleada anónima en un pasillo frío.
Sin embargo, ese instante se construye como el detonante de una hipótesis provocadora que coloca a Omar García Harfuch
, secretario de Seguridad y Protección Ciudadana de México, en el centro de una supuesta conspiración que habría operado durante décadas dentro del Estado.

Según el relato del video, lo que Harfuch descubre tras esa puerta no es un escándalo ordinario, sino las huellas de la llamada Operación Fantasma, un programa ultrasecreto que habría comenzado en 1948.
La narración retrocede al periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando las potencias competían por el control del conocimiento científico y por explorar los límites de la manipulación humana.
El material vincula esta operación con experimentos de control mental de la Guerra Fría, en especial el proyecto MK Ultra, para sostener que México también habría desarrollado un plan similar, más silencioso y persistente.
La Operación Fantasma, tal como se describe, no buscaba influir en individuos aislados. Su objetivo final era crear agentes fantasma, personas con recuerdos alterados, lealtades programadas y conductas que podían activarse o neutralizarse mediante estímulos específicos.
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El punto más controvertido del video es la afirmación de que el programa habría penetrado profundamente en las estructuras del poder, con más del 60 por ciento de los cargos clave del gobierno, el sistema judicial y las fuerzas armadas presuntamente vinculados directa o indirectamente.
La historia alcanza un tono más dramático cuando Harfuch deja de ser presentado como un observador externo. El video sostiene que él mismo sería el producto más avanzado del experimento, identificado como el sujeto Omega Prime.
Según esta versión, su padre y su abuelo también habrían sido parte del programa, formando una línea familiar vigilada y modificada durante generaciones.
El cuerpo de Harfuch habría sido intervenido con tecnología de nanobots capaces de reparar tejidos y acelerar la recuperación, un recurso narrativo utilizado para explicar su supervivencia al atentado de 2020, cuando recibió múltiples impactos de bala.

El componente biológico se complementa con la supuesta programación psicológica. El video afirma que decisiones clave de su vida, desde su ingreso a la Policía Federal en 2008 hasta su ascenso a puestos de alto nivel, habrían sido inducidas mediante estímulos químicos y manipulaciones subconscientes durante el sueño.
En este relato, Harfuch no decide, ejecuta. Actúa convencido de su voluntad sin saber que ha sido guiado.
El clímax del planteamiento aparece con la llamada Operación Coronación, un plan de emergencia que supuestamente se activaría el 15 de diciembre de 2024.
La historia describe atentados coordinados de falsa bandera en Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey y Tijuana, dirigidos contra centros comerciales para provocar un alto número de víctimas civiles.
El objetivo sería justificar un estado de excepción, suspender derechos constitucionales y concentrar el poder en manos del ejército, lo que el video presenta como un golpe de Estado cuidadosamente encubierto bajo el discurso de la seguridad nacional.

Cuando Harfuch intenta denunciar lo que ha descubierto, la narrativa se oscurece aún más. Los presuntos responsables recurren a estrategias de manipulación psicológica. Se le etiqueta como inestable, afectado por estrés postraumático y delirios derivados de la presión del cargo.
El aislamiento en un hospital psiquiátrico, la medicación forzada para debilitar su voluntad y el uso de su madre, la actriz María Sorté, como herramienta de presión emocional, son mostrados como tácticas para quebrar su confianza en su propia percepción.
El desenlace del video es abiertamente dramático. Harfuch, acompañado por un pequeño grupo de colaboradores leales, irrumpe en una conferencia de prensa transmitida en vivo desde el Castillo de Chapultepec.
Frente a millones de espectadores, expone lo que el video describe como pruebas definitivas de la Operación Fantasma, aceptando el riesgo de ser silenciado en ese mismo momento con tal de romper un ciclo de control que habría durado generaciones.

Desde una perspectiva periodística, es imprescindible subrayar que se trata de una construcción ficticia y altamente especulativa, sin respaldo de fuentes oficiales ni evidencias verificables.
No obstante, su impacto no reside en la veracidad de los hechos, sino en la capacidad de tocar temores reales de la sociedad contemporánea. El miedo a los poderes invisibles, a la tecnología fuera de control y a la delgada línea que separa la seguridad de la libertad individual.
En una época donde la información y el entretenimiento se confunden con facilidad, relatos como este encuentran terreno fértil. Obligan al espectador a preguntarse hasta dónde llega la verdad y dónde comienza la ficción.
Y dejan en el aire una interrogante inquietante. Cuando el poder se ejerce en nombre de la seguridad, quién vigila a quienes dicen protegernos. Y si un simple susurro en un pasillo puede ser suficiente para despertar a toda una nación.