Nadie imaginó que detrás de los cabellos perfectos de las estrellas mexicanas se escondía una tragedia sangrienta.
Miguel Ángel de la Mora, conocido en el mundo del espectáculo como Mickey Hair, fue el hombre que dio brillo y estilo a las celebridades… hasta que el brillo se volvió contra él.
Su muerte no fue solo un crimen más en la capital mexicana: fue el reflejo brutal de un mundo donde la belleza,
el dinero y el poder se entrelazan con el crimen, y donde la traición puede ser tan letal como una bala.

La noche del 29 de septiembre de 2025, el lujoso barrio de Polanco lucía iluminado como siempre. Pero en cuestión de segundos, el sonido de varios disparos rompió la calma artificial.
Mickey Hair —el estilista de las estrellas, propietario de un salón de lujo en la avenida Presidente Mazarik— fue ejecutado frente a su propio local.
Una motocicleta se detuvo, un hombre vestido de negro bajó, sacó un arma y disparó a quemarropa. Mickey cayó sin vida en los escalones de entrada.
El asesino subió de nuevo a la moto y desapareció. No hubo robo, no hubo advertencias: fue un ataque preciso, silencioso, calculado.

Las autoridades confirmaron rápidamente que se trataba de un ataque directo, descartando la hipótesis de un robo. En sus pertenencias encontraron efectivo, teléfono y objetos de lujo intactos.
Lo que sí llamó la atención fue un recibo de transferencia bancaria por casi 2 millones de pesos mexicanos, hallado en su bolsillo.
Ese papel abrió la puerta a una serie de teorías sobre la doble vida de un hombre que parecía tenerlo todo: fama, fortuna y amistades influyentes, pero también enemigos invisibles.
En el mundo de la belleza, Mickey Hair era considerado un genio.
Entre sus clientas estaban algunas de las mujeres más poderosas y admiradas de México: Kenia Os, Ángela Aguilar, Natasha Dupeirón, la influencer Priscila Escoto y la reina de belleza Regina Peredo.

Su salón era sinónimo de lujo extremo: pisos de mármol italiano, bar privado, spa y zonas VIP.
Los cortes de cabello eran solo el pretexto para entrar en un universo donde la vanidad costaba miles de pesos y el prestigio se medía en likes.
Pero detrás del glamour se escondía una red de relaciones peligrosas. Mickey mantenía una amistad cercana con Diana Esparragosa, influencer y sobrina de Juan José Esparragosa Moreno, alias “El Azul”, uno de los fundadores del Cártel de Sinaloa.
Viajaban juntos, asistían a eventos exclusivos y compartían en redes sociales su vida de lujo. Lo que para muchos era solo una amistad inocente, para otros fue una señal de alerta: ¿había cruzado Mickey una línea invisible entre el espectáculo y el narcotráfico?

“El Azul”, ex policía convertido en uno de los grandes conciliadores del narco mexicano, es una figura envuelta en misterio.
Aunque se le ha dado por muerto varias veces, el gobierno de Estados Unidos aún ofrece 5 millones de dólares por información que lleve a su captura.
Si sigue con vida, su nombre sigue pesando. Y cualquiera que se acerque a su familia puede ser visto como parte del enemigo por los cárteles rivales, como el CJNG, La Unión Tepito o Los Rodolfos.
En un país donde las lealtades se pagan con sangre, la cercanía de Mickey con Diana pudo ser una sentencia firmada.

Otra línea de investigación apunta a un conflicto más personal. En septiembre de 2024, Mickey había denunciado ante la Fiscalía a un conocido, Eduardo N., por fraude y amenazas.
La justicia le concedió una orden de restricción. Un año después, el estilista fue asesinado bajo un modus operandi que recuerda más a una ejecución mafiosa que a una venganza común.
Eduardo N. es, hasta hoy, el único sospechoso formal, pero no hay pruebas concluyentes ni avances en la investigación.
En redes sociales circula una tercera hipótesis: Mickey habría sido víctima del “cobro de piso”, una forma de extorsión que los grupos criminales imponen a empresarios y comerciantes.
Varios dueños de negocios en Polanco han admitido haber recibido amenazas similares. Algunos pagaron. Otros callaron. Quizá Mickey se negó. Y en México, negarse a pagar es desafiar la ley no escrita del miedo.

Ha pasado un año desde su asesinato y el caso sigue envuelto en silencio. No hay arrestos, no hay comunicados oficiales.
Los amigos famosos de Mickey solo dejaron en redes mensajes de despedida —“Descansa en paz”— antes de desaparecer del tema.
Pero el público no olvida. Porque su historia resume el dilema de un país donde el lujo convive con el crimen, donde la fama puede comprarse… y donde la verdad, muchas veces, cuesta la vida.
Quizá Mickey Hair no murió por lo que hizo, sino por lo que sabía. Y en el México de hoy, eso es suficiente para que alguien te apunte con un arma y te borre de la historia.