Lo que comenzó como una de las amistades más fuertes del corazón televisivo español ha terminado convertida en una batalla sin cuartel.
Belén Rodríguez, más conocida como Belén Ro, ha decidido romper el silencio.
Y lo ha hecho a lo grande.
En su regreso a los focos, después de una dura batalla personal contra el cáncer, ha señalado con nombre y apellidos a quien considera su gran traidora: Terelu Campos.
Para muchos, sus palabras han sido una bomba emocional.
Para otros, una revelación largamente esperada.
Todo estalló en TardeAR, donde Belén reapareció visiblemente más fuerte, pero con una herida aún abierta.
Habló sin rodeos: “Pensaba que había dejado el tema atrás, pero no fue así.
La traición me dolió mucho.
Las hermanas no hacen lo que ella me hizo.
” Esa frase, lanzada con voz contenida, marcó un antes y un después.
Se refería a Terelu, a esa mujer a la que durante años llamó amiga, casi familia.
Belén recordó cómo durante su enfermedad, en el momento en que más necesitaba apoyo emocional, encontró un muro de silencio.
Terelu no estuvo.
No llamó.
No preguntó.
Y ese vacío dolió más que el propio diagnóstico.
Pero la traición que Belén denuncia va más allá de la frialdad.
Va más allá de la ausencia.
Según sus palabras, Terelu la utilizó.
La vendió.
Y no es una metáfora.
Belén recuerda cómo una reunión privada con María Teresa Campos y Alejandra Rubio fue filtrada a la prensa.
Un encuentro íntimo que acabó convertido en titular.
“Ella lo avisó a los fotógrafos.
Ella lo preparó todo”, asegura.
Las consecuencias no se hicieron esperar.
Belén reaccionó legalmente.
Tomó cartas en el asunto.
Pero el daño ya estaba hecho.
Desde entonces, la relación se ha podrido.
Ya no se hablan.
No se miran.
No se toleran.
Belén ha pasado de llamar “hermanas” a Terelu y Carmen Borrego, a no querer ni compartir plató con ellas.
El dolor es profundo y visible.
Pero lo que más ha sorprendido es la acusación más grave: el acoso.
Belén afirma que en su etapa más frágil, cuando más expuesta estaba, Terelu participó en el linchamiento mediático que sufrió.
“Me grabaron en momentos muy delicados.
Me seguían a casa.
Entrevistaban a mis vecinos.
Solo mostraban lo que me dejaba mal”, relata con dureza.
Y aquí llega el punto más oscuro.
Belén asegura que Terelu no solo no frenó ese acoso, sino que lo alimentó.
Que disfrutaba con ello.
Que sacó provecho.
Que no fue una simple espectadora, sino una pieza más del engranaje que la trituró emocionalmente.
“Podía haberse negado.
Pero no lo hizo.
Y lo peor es que lo hacía con una sonrisa”, lanza sin pestañear.
La imagen de complicidad que hasta ahora muchos daban por sentada, ha quedado reducida a cenizas.
En el programa De viernes, Belén ha vuelto a la carga.
Aprovechando la ausencia de Terelu, que se encuentra en Honduras participando en Supervivientes, ha soltado otro golpe.
“Tenía mucho cariño por ella… por las dos… pero ya no.
Ya no puedo”, confiesa.
Sus palabras duelen, pero también resuenan con la fuerza de quien ha decidido no callar más.
La amistad, la complicidad, el clan, todo ha saltado por los aires.
Belén recuerda además su paso por Sálvame, un lugar que ella describe ahora como un campo de batalla.
Allí, dice, vivió episodios que prefiere no detallar, pero que le dejaron cicatrices.
Terelu, entonces su compañera, no la protegió.
No la defendió.
Y eso, para alguien que consideraba como una hermana, fue imperdonable.
“No soy capaz de hacerle lo que ella me hizo”, dice con entereza, pero sin rencor.
No quiere venganza.
No busca revancha.
Solo que se sepa la verdad.
La otra parte, de momento, guarda silencio.
Terelu, desde Honduras, no ha hecho declaraciones.
Pero según fuentes cercanas, niega rotundamente haber filtrado información o haber sido cómplice del acoso.
Asegura que nunca traicionó a Belén.
Pero la tensión es insostenible.
La fractura, irreparable.
Santi Acosta, presentador de De viernes, reconocía la delicadeza del tema.
“Terelu es buena compañera”, dijo.
Pero Belén, con la mirada clavada en la cámara, replicó con una frase que heló el ambiente: “Conmigo también lo era.
Tened cuidado.”
Esa advertencia no fue gratuita.
Fue una alarma.
Una advertencia a futuras víctimas.
A otros compañeros de plató.
A quienes aún creen que en televisión las amistades sobreviven a las cámaras.
Belén no busca compasión.
No busca cámara.
Busca justicia emocional.
Y sobre todo, quiere que no se repita lo que ella vivió.
La historia, lejos de cerrarse, sigue escribiéndose.
La herida sigue abierta.
El silencio de Terelu puede ser estratégico o emocional, pero en medio de ese vacío, la voz de Belén retumba con fuerza.
Porque cuando una mujer vuelve del infierno, de la enfermedad, del aislamiento y del dolor, y lo hace con verdad en la garganta, lo mínimo que merece es ser escuchada.
Y esta vez, Belén Ro ha hablado muy claro.