Eric del Castillo, leyenda del cine y la televisión mexicana, falleció tras una valiente lucha contra múltiples problemas de salud. Su hija, Verónica del Castillo, confirmó la triste noticia entre lágrimas: “Mi papá se fue, pero su fuerza vivirá siempre”. A los 90 años, el icónico actor dejó un legado imborrable, marcado por su talento y una resiliencia que inspiró a generaciones.
Una Carrera de Época
Nacido el 22 de julio de 1934 en Celaya, Guanajuato, Eric comenzó su trayectoria en los años 50, tras un breve paso por un seminario y un ingreso al Instituto Cinematográfico en 1954. Con más de 300 producciones, desde Tiburoneros hasta La Doña, se convirtió en un pilar del entretenimiento mexicano. “El arte es mi vida”, decía, demostrando su pasión en cine, teatro y televisión. Su versatilidad como actor, guionista y director lo consolidó como un ícono cultural.
Batallas de Salud Implacables
En sus últimos años, Eric enfrentó serios desafíos médicos. Desde 2012, venció un cáncer de próstata con quimioterapia, celebrando su recuperación en 2013. Sin embargo, una caída en 2021 trajo dolores de espalda severos, requiriendo una cirugía de columna en 2024, a pesar de los riesgos de su edad. La degeneración macular, que afectó su visión central, fue otro golpe. “No me quedaré ciego, veo por los lados”, afirmaba con optimismo, adaptándose con valentía a sus limitaciones.
El Final de un Guerrero
El 12 de marzo de 2025, tras meses de cuidados postoperatorios y un deterioro progresivo, Eric sucumbió a sus condiciones. Verónica reveló: “La cirugía fue exitosa, pero su cuerpo no resistió más”. La comunidad artística y sus fans, que lo siguieron por seis décadas, se volcaron en tributos. “Era un titán”, dijo un colega. Su familia, liderada por sus hijas Verónica y Kate, fue su mayor apoyo, acompañándolo en cada paso de su lucha.
Un Legado Eterno
Eric no solo dejó huellas en la pantalla, sino en los corazones. Vicepresidente de la ANDI y mentor en la Eagle Art Academy junto a Kate, mostró su compromiso con el arte y los nuevos talentos. “Su risa y su fuerza eran únicas”, lloró Verónica, recordando su espíritu inquebrantable. A pesar de la ceguera parcial y el dolor, nunca abandonó su pasión. México despide a un gigante cuya vida, llena de adversidad y triumphs, sigue siendo un faro de dignidad y amor por el oficio.