Desde la primera palabra, Gloria Camila dejó claro que su relato no era un ajuste de cuentas ni un ataque a la memoria de Rocío Jurado, sino la búsqueda de una verdad personal que necesitaba ser contada.
En una entrevista emitida el 11 de abril de 2025, la hija adoptiva de la legendaria cantante y del torero José Ortega Cano se mostró vulnerable y directa, desmontando el mito idealizado que durante décadas había rodeado a su madre.
“No todo fue un cuento de hadas”, afirmó con firmeza, mientras narraba episodios dolorosos de su infancia.
A pesar de que nunca sufrió violencia física, las palabras duras, los silencios hirientes y una constante presión emocional marcaron profundamente su desarrollo.
Adoptada junto a su hermano José Fernando en 1999, cuando apenas tenía tres años, Gloria pasó de un orfanato en Colombia a la mansión familiar en La Moraleja, un mundo completamente distinto, pero también lleno de exigencias y expectativas que la hicieron sentir invisible.
El papel de “hija perfecta” le fue impuesto desde el primer momento, sin margen para el error ni la expresión de sus verdaderos sentimientos.
Recordó con tristeza una ocasión en la que, tras mostrar un dibujo con orgullo a Rocío Jurado, fue reprendida por no hacerlo con el “arte suficiente”.
La estrella, implacable en el escenario, se transformaba en casa en una figura estricta y perfeccionista que, según Gloria, podía ser “un huracán”.
Este contraste entre la imagen pública y la realidad familiar fue uno de los puntos más reveladores de la entrevista.
arrow_forward_ios
Read more
00:00
00:01
01:31
Gloria explicó cómo su madre luchaba por mantener una fachada impecable ante el público, sacrificando a menudo la calidez y el cariño en el hogar.
La presión era tal que llegó a cuestionarse si realmente merecía llevar el apellido Jurado.
Un sentimiento de insuficiencia y exclusión que se mantuvo latente durante toda su infancia y adolescencia.
La enfermedad de Rocío Jurado, diagnosticada con cáncer de páncreas en 2004, fue otro capítulo oscuro en la vida de Gloria.
A sus ocho años, vivió una etapa de silencios prolongados, cambios de humor y ausencia emocional, mientras su madre intentaba mantener su carrera activa.
La muerte de la cantante en 2006, cuando Gloria tenía solo diez años, dejó una herida aún más profunda: no fue llevada al entierro ni pudo despedirse de ella, un hecho que marcó el inicio de una desconexión familiar que se prolongaría con enfrentamientos públicos y decisiones mediáticas.
La relación con su hermana mayor, Rocío Carrasco, también quedó expuesta en la entrevista, aunque sin nombrarla directamente.
Gloria dejó entrever un vínculo roto, lleno de exclusiones y heridas no resueltas.
Recordó cómo desde niña sintió que Carrasco no la aceptaba, mencionando un episodio doloroso en el que un dibujo que quiso regalarle fue simplemente ignorado y arrugado.
Esta distancia se profundizó tras la docuserie “Rocío, contar la verdad para seguir viva” en 2021, donde Carrasco compartió su versión de los hechos familiares, consolidando una narrativa que Gloria ahora desafía con su testimonio.
El padre adoptivo, José Ortega Cano, fue descrito como cariñoso pero ausente, especialmente durante los primeros años de Gloria, cuando su carrera taurina lo mantenía lejos de casa.
A pesar de la distancia, Gloria recordó con cariño momentos compartidos, aunque la sensación de soledad fue una constante.
La condena de Ortega Cano en 2014 por un accidente de tráfico fatal supuso otro golpe emocional para ella, que entonces tenía 18 años.
Uno de los episodios más impactantes fue la Navidad en la casa familiar de Chipiona, donde un simple intento de decorar el árbol fue respondido con una frase lapidaria de su madre: “Si no puedes hacer esto bien, mejor no hagas nada”.
Aquellas palabras quedaron grabadas en su memoria, reforzando su sensación de no pertenecer.
Sin embargo, Gloria también habló de momentos de ternura, esos instantes mágicos en los que Rocío Jurado la peinaba y le cantaba coplas en voz baja, o paseaban juntas por Chipiona escuchando historias.
Esos recuerdos, aunque breves, le permitían sentir que era solo una niña más en los brazos de su madre.
La adopción no planificada fue otro punto clave.
Ortega Cano y Jurado viajaron a Colombia para adoptar a José Fernando, pero descubrieron que tenía una hermana menor y decidieron llevárselos a ambos.
Gloria describió este “paquete inesperado” con una mezcla de ironía y tristeza, sintiendo desde pequeña que debía ganarse su lugar en la familia.
La exposición mediática desde la infancia fue otro factor que dificultó su crecimiento emocional.
Las cámaras, las revistas y los rumores formaban parte de su entorno natural, pero lejos de adaptarse, Gloria se sentía como un adorno más en casa, sin permiso para fallar ni mostrar debilidad.
Participar en el reality “Supervivientes” en 2017 fue para ella una experiencia liberadora, un espacio donde pudo ser simplemente Gloria, sin el peso de un apellido ilustre.
Allí fortaleció su relación con su sobrina Rocío Flores, a quien considera su “mitad” y amiga más cercana.
El incendio del auditorio Rocío Jurado en Sevilla en diciembre de 2024 fue un golpe inesperado para Gloria.
El abandono del lugar que su madre inauguró con tanto entusiasmo simboliza para ella el olvido progresivo del legado familiar.
A pesar de las críticas por romper el silencio, la mayoría del público empatizó con su historia.
Su testimonio abrió un debate necesario sobre la maternidad idealizada, la adopción y el peso de los silencios familiares.
Gloria ha optado por el silencio tras la entrevista, limitándose a compartir una emotiva fotografía de su infancia con su madre.
Personalidades del espectáculo la han apoyado, destacando su valentía para hablar desde la herida.
Actualmente, Gloria se refugia en su círculo íntimo y ha comenzado un proceso de sanación personal, retomando la terapia y explorando el arte como forma de expresión.
Ha iniciado también un proyecto benéfico junto a Rocío Flores para apoyar a jóvenes en situación de abandono.
Su relato ha generado un cambio en la narrativa mediática de la familia Jurado, mostrando una figura materna compleja, humana, con luces y sombras.
Gloria no busca protagonismo, sino equilibrio y comprensión.
En definitiva, la entrevista de Gloria Camila no solo reabre heridas, sino que invita a una reflexión profunda sobre la memoria, el amor y el perdón.
Su historia es la de muchas personas que crecieron entre expectativas y silencios, buscando finalmente su propia voz.
Y aunque aún queda mucho por sanar, Gloria ha dado el paso más difícil: romper el silencio.
Ahora camina hacia una vida en la que puede ser simplemente ella misma, dueña de su propia historia, sin miedo a mostrar todas sus verdades.