Charles Bronson fue uno de los “duros” del cine de acción a lo largo de su carrera. Considerado como de los mejor pagados en Hollywood más que por la calidad de sus filmes por la cantidad de cuantos títulos rodó, algunos de ellos en Almería: Villa Cabalga, Hasta que llegó su hora, El sol rojo… Ello sucedía a finales de los años 60. Todavía suelen programarse en televisión junto a bastantes cintas de serie B y otras de telefilmes,
series que protagonizó casi siempre en papeles de pistolero o defensor de la justicia encarnando al “sheriff” del lugar donde transcurriera la historia. En 1984, en la cima de su popularidad, decidió retirarse cuando los médicos le diagnosticaron a su segunda esposa, Jill Ireland, cáncer de mama. Permaneció seis años pendiente de ella, hasta que falleció en 1990. Charles Bronson moriría en 2003, del “mal de Alzheimer”, sin recordar al gran amor de su vida, sin saber que había sido un actor afamado en todo el mundo. Ahora habría cumplido cien años.
Se llamaba Charles Dennis Buchinsky; de origen lituano. Una familia de quince hermanos establecida en los Estados Unidos, en Pittsburg, donde los varones trabajaron duro para salir adelante. Charles trabajó en una mina; ello le llevó a sufrir de claustrofobia, años después; allí fortaleció sus músculos.
Quería progresar y con lo que ganaba se pagó las clases de arte dramático, hasta que pudo enrolarse en el cine. De sus primera películas recordamos su papel de mudo en la inquietante Los crímenes del museo de cera. Todavía en los repartos aparecía con su apellido real, lo que le trajo a mitad de los años 50 ciertos problemas, pues fue acusado de comunista en aquella época conocida como “la caza de brujas” emprendida por el senador McCarthy, a quien apoyaba el siniestro director del FBI, Hoover. Y entonces, Charles cambió a la fuerza lo de Buchinsky por Bronson. Ese apellido artístico lo tomó obligado por las circunstancias, elegido al azar al detener la vista en el nombre de una calle cercana al estudio.
Charles ya estaba casado cuando sucedía lo contado. Con la actriz Harriet Tendler, que le dio dos hijos. Su matrimonio duró desde 1949 hasta 1967. Se especializó en rodar películas del Oeste, con un físico que le favorecía para el cine de acción, unas veces ejerciendo de justiciero y otras de villano. La rudeza con la que actuaba era solo en apariencia pues en la vida real sus compañeros y amigos lo consideraban un tipo amable. Yo mismo pude advertirlo en un par de ocasiones que lo entrevisté. La conversación más larga que sostuve con él fue de una hora, en el desierto almeriense de Tabernas., en el interior de su caravana. Presente se encontraba su bellísima esposa, Jill Ireland. Para separarse lo menos posible a causa de su profesión, dado que Jill era una notable actriz, Charles convino con ella, al casarse en 1968, que harían todo lo posible por trabajar juntos.
Jill Ireland era británica. A los doce años formaba parte como bailarina del Chiswick Empire Theatre de Londres. Actuó en unos cuantos cabarés londinenses. Al ser muy alta fue consciente de que no podría ser una profesional relevante. Actuando en Montecarlo se dislocó un pie, “y ahí acabaron mis ilusiones y me decidí por ser actriz”. Mediada la década de los 60 se instaló en los Estados Unidos donde intervino en populares series de televisión, como Mannix y Daniel Boone. El año 1962 contrajo matrimonio con el guapo rubio David McCallum, el “agente de CIPOL”. Tuvieron tres retoños. Se divorciaron en 1967. Al año siguiente es cuando Jill matrimonió con Charles Bronson. Ella aportó sus tres hijos y él dos de su anterior enlace. Luego tendrían otros dos. Así es que la familia Bronson reunía a siete chiquillos. Charles era un padrazo para ellos pues a los de Ireland los consideró como propios.
Se querían mucho Jill y Charles. A pesar de su aspecto rudo, él había adquirido una sensibilidad especial que lo llevó a cultivar la pintura y la escultura. ¿Recuerdan que en Los crímenes del Museo de Cera, en sus comienzos en el cine, figuraba como ayudante del escultor asesino? Ella, por su parte, diseñaba sus vestidos y pintaba también. Me contaron que habían abierto una galería de arte en Beverly Hills, el barrio de Los Ángeles, en Hollywood, donde expusieron sus trabajos. Ireland me añadió que había escrito una obra teatral.
Me pareció una pareja encantadora. Nada podía presagiar que la guapísima Jill iba a irse de este mundo tempranamente. Charles rechazó muchos contratos para estar a su lado, apoyándola tras el duro tratamiento para que venciera el cáncer, sometida a una mastectomía, a las terribles sesiones de quimioterapia y radioterapia. Fueron seis años angustiosos para Charles Bronson esperando un milagro que, fatalmente, no se produjo. Y en 1990, entre sollozos, aquel duro de la pantalla hubo de enfrentarse al final de Jill.
Tuvo que aceptar su destino, rehacer su vida, enfrentarse a la realidad, aceptando nuevos trabajos como actor tras aquella larga retirada de las cámaras. Volvió a casarse en 1998, ocho años después de su viudedad, con Kim Weeks. Cinco años le duró aquel periodo de supuesto equilibrio sentimental, porque seguía acordándose de Jill. En 2002 comenzó para el actor un camino de silencios, de no saber quién era ni lo que había sido. Su mente en blanco. El Alzheimer. Lo visitaban sus amigos y no los reconocía. Su existencia se apagó el 30 de agosto de 2003. Como había nacido el 3 de noviembre de 1921, se cumple estos días su centenario.