¿Es posible que una adolescente de 14 años muera repentinamente solo por COVID-19,
o detrás de su muerte se esconde una cadena de encubrimientos y negligencias médicas? La trágica partida de Paloma Nicole, una joven que apenas comenzaba su vida, ha generado un intenso debate en la opinión pública mexicana.
Su historia no solo expone un drama familiar, sino que también revela vacíos alarmantes en el sistema legal y sanitario del país.
Según la versión oficial, Paloma Nicole ingresó al Hospital Santa María el 15 de septiembre, tres días después de someterse a una cirugía estética de la cual su familia no tenía conocimiento.

El padre fue informado de que su hija estaba en estado crítico debido a COVID-19, que había dejado de respirar, sufría inflamación cerebral y finalmente había caído en muerte cerebral. Entre el 15 y el 20 de septiembre, su estado no mostró mejoría.
El día 20, los médicos aseguraron que había tenido una leve recuperación y le retiraron la intubación, pero horas más tarde su situación empeoró drásticamente, obligando a reintubarla y declararla en muerte cerebral.
Lo más desconcertante fue el acta de defunción. En apenas dos minutos, el hospital entregó a la familia un documento que señalaba como causas de muerte edema cerebral, encefalopatía hipóxica y bradicardia. Sin embargo, junto con ello, el padre tenía en sus manos un certificado de COVID que nunca apareció en el expediente clínico oficial.

La persona señalada como firmante de ese certificado negó posteriormente haberlo emitido. Estas contradicciones alimentaron la sospecha de que el COVID fue utilizado como una cortina de humo para ocultar la verdadera causa.
Durante el funeral, el padre abrazó a su hija por última vez y descubrió un detalle inquietante: un corpiño quirúrgico, prenda utilizada tras procedimientos estéticos.
Decidió entonces revisar junto a familiares y confirmaron lo impensable: Paloma tenía implantes estéticos. Fue en ese momento cuando comprendió que la niña había pasado por una cirugía de la que nunca fue informado. De no haber notado ese detalle, la estrategia de encubrimiento habría sido perfecta.
Expertos médicos, entre ellos el doctor Isaac Chávez Díaz, sostienen que la verdadera causa de la muerte pudo haber sido una embolia grasa, complicación frecuente en procedimientos de liposucción o implantes.

La embolia grasa ocurre cuando pequeñas gotas de grasa ingresan en el torrente sanguíneo, viajan hacia los pulmones y bloquean de forma súbita el paso de oxígeno. Los síntomas clínicos de Paloma –cianosis, hipoxemia y paro cardíaco apenas una hora después de la cirugía– encajan con esta hipótesis.
Para confirmarlo hubiera sido necesaria una autopsia completa, especialmente el análisis de tejido pulmonar, pero aquello nunca se realizó, reemplazándose por un acta de defunción expedita.
El caso no solo revela una muerte sospechosa, sino también antecedentes graves del cirujano a cargo. Este ya había sido denunciado por ejercicio indebido de la profesión, en violación al artículo 233 del Código Penal mexicano.
Una paciente reportó haber estado a punto de perder la visión tras una blefaroplastia fallida que requirió siete intervenciones posteriores. Más grave aún, la madre de Paloma Nicole ha sido acusada de participar directamente en cirugías sin contar con título médico ni de enfermería.

Testigos aseguran haberla visto dentro del quirófano, actuando como asistente. Estos antecedentes evidencian un patrón de prácticas ilegales y peligrosas que, pese a las denuncias, se mantuvieron sin control.
La muerte de Paloma Nicole desató indignación social. ¿Cómo pudo una menor de edad someterse a una cirugía estética? ¿Por qué el hospital no cumplió con el protocolo forense obligatorio y en apenas minutos extendió un certificado de defunción? Y la pregunta más dolorosa: ¿quién responderá por una vida truncada de manera tan injusta?
La familia de Paloma, junto con organizaciones civiles, ha exigido una investigación independiente y que la fiscalía explore todas las líneas posibles.

Asimismo, piden reformas legales para cerrar los vacíos normativos que permiten este tipo de prácticas, reforzar los controles en la cirugía estética y proteger especialmente a los menores de edad.
La muerte de Paloma Nicole, si queda registrada como una simple “complicación médica”, representaría una injusticia histórica.
Pero si la verdad sale a la luz —que fue víctima de negligencias y delitos médicos—, no solo se hará justicia a una familia, sino que se encenderá una alarma para toda la sociedad. La verdad final sobre Paloma Nicole debe conocerse, para que ninguna otra vida sea arrebatada por los mismos errores y mentiras.