Tamazula despertó envuelta en fuego y plomo. Antes de que saliera el sol, una casa fortificada en la periferia del municipio se convirtió en un campo de batalla.
Diecisiete hombres armados abatidos, dos vehículos blindados artesanales destruidos y decenas de miles de cartuchos asegurados.
Sin embargo, entre cifras que estremecen, el nombre clave no apareció. El Guano Guzmán volvió a escapar,
dejando una pregunta incómoda en el aire: ¿avanza el Estado o solo gira en círculos dentro de una guerra sin final visible?

De acuerdo con información oficial, alrededor de las cinco de la mañana del viernes 17 de diciembre, unos 120 elementos del grupo especial Murciélagos, apoyados por vehículos blindados y cobertura aérea, cercaron una vivienda señalada por inteligencia como refugio de El Guano, hermano de Joaquín El Chapo Guzmán.
El operativo derivó rápidamente en un enfrentamiento intenso que se prolongó por casi dos horas. Dentro del inmueble se encontraban 17 sicarios fuertemente armados, decididos a resistir hasta el último momento.
Cuando cesaron los disparos, el saldo fue contundente. Los 17 agresores fueron abatidos, sin detenidos. Dos vehículos blindados artesanales, conocidos como Monstruos, quedaron completamente inutilizados. El objetivo principal, no obstante, no estaba ahí.
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El Guano había abandonado el lugar con antelación, lo que convirtió una acción espectacular en un golpe táctico incompleto.
Uno de los aspectos más alarmantes del operativo fue la confirmación del alto nivel de militarización de los cárteles. Los Monstruos ya no son improvisaciones rudimentarias.
Se trata de camionetas de gran tamaño recubiertas con placas de acero de entre medio y una pulgada de grosor, que protegen motor, puertas y parabrisas.
En la parte trasera montan ametralladoras pesadas, con frecuencia Browning M2 calibre 50, capaces de disparar cientos de proyectiles por minuto y de superar ampliamente el blindaje de patrullas convencionales.

Cada unidad puede costar entre 300 mil y 500 mil pesos y es fabricada en talleres clandestinos por técnicos especializados.
El fracaso para capturar a El Guano tampoco es un hecho aislado. En menos de una semana, el capo ha logrado evadir dos cercos federales.
Fuentes de seguridad manejan tres hipótesis que se entrelazan: filtraciones internas, deficiencias en la calidad de la inteligencia o la propia capacidad de supervivencia de un hombre con más de tres décadas moviéndose en la clandestinidad.
Conoce el terreno, mantiene una red de apoyo amplia y siempre cuenta con hombres dispuestos a morir para ganar tiempo.
Más allá de la huida del objetivo, persiste una pregunta que golpea a la opinión pública: ¿por qué 17 jóvenes aceptaron morir defendiendo una casa vacía? Analistas coinciden en que la respuesta está en la mezcla de lealtad extrema y miedo.

En muchas comunidades marginadas, el crimen organizado se ha convertido en el único empleador real, ofreciendo dinero, identidad y protección. Rendirse no es una opción, porque el castigo suele extenderse a sus familias.
Pese a no lograr la captura del líder, las autoridades aseguraron un arsenal de gran magnitud.
Se decomisaron 32 rifles de asalto, incluidos modelos FX 05 de uso militar, seis lanzagranadas RPG, 43 granadas de fragmentación, alrededor de 60 mil cartuchos, además de equipos de comunicación satelital y sistemas de rastreo GPS.
Llamó la atención el hallazgo de uniformes falsos de la Guardia Nacional y de policías estatales, evidencia de un nivel de infiltración y camuflaje cada vez más sofisticado.
Visto en perspectiva, lo ocurrido en Tamazula trasciende un solo enfrentamiento. Es el reflejo de una guerra atrapada en una dinámica peligrosa.

Cada incremento de fuerza por parte del Estado es respondido con más violencia y mejor tecnología por los grupos criminales.
Aumentan las cifras de muertos y decomisos, pero los líderes continúan escapando y los sicarios caídos son reemplazados con rapidez.
La estrategia de seguridad actual, advierten especialistas, se asemeja a correr sin avanzar. Se gasta energía, recursos y vidas, pero el punto de llegada no cambia.
El amanecer sangriento de Tamazula no solo dejó un escenario de destrucción, también lanzó una advertencia clara sobre los límites de la fuerza cuando las raíces del problema siguen intactas.