La televisión pública española acaba de protagonizar uno de los giros más impactantes del año con la cancelación fulminante de ‘La Revuelta’, el late night de David Broncano que, apenas unos meses atrás, era presentado como la gran esperanza para rejuvenecer
RTVE y competir cara a cara con el imbatible Pablo Motos y su inquebrantable ‘El Hormiguero’.
Pero lo que comenzó como una apuesta rompedora ha terminado en un naufragio televisivo tan estrepitoso que ya se habla de una “maldición Broncano” en los pasillos de la cadena pública.
La revuelta nació con ambición.
Un formato disruptivo, fresco, irreverente.
Un intento audaz de llevar el espíritu provocador de ‘La Resistencia’ al prime time nacional y gratuito.
Durante las primeras semanas, el programa apuntaba maneras: redes sociales ardiendo, cifras esperanzadoras y un Broncano que parecía encontrar su sitio en el nuevo escenario.
Pero todo eso se desmoronó tan rápido como llegó.
Las razones oficiales para la cancelación son predecibles: problemas de audiencia, polémicas por contenidos controvertidos, dificultades para atraer anunciantes y un escándalo inesperado que terminó de dinamitar todo.
Durante varias emisiones, el programa interfería con los sorteos de la ONCE y Loterías del Estado, generando un daño económico de más de un millón de euros.
La dirección de RTVE lo confirmó en el Congreso y los cuchillos comenzaron a volar.
Pero detrás del telón hay otra historia.
Una historia de rivalidades, egos, silencios cómplices y posibles venganzas mediáticas.
Porque en esta trama de caída libre, el gran beneficiado es Pablo Motos.
Desde el día uno, ‘La Revuelta’ fue vista como un desafío directo a su hegemonía en la noche española.
Mientras Broncano apostaba por el humor ácido y las preguntas incómodas, Motos mantenía su línea de entretenimiento más blanco, familiar y respaldado por invitados de talla internacional.
El choque era inevitable.
Los rumores sobre el rol de Motos en esta cancelación corren como pólvora en los pasillos de las productoras.
Se dice que no solo celebró la caída de su rival, sino que ya era una victoria anunciada.
Hay quienes aseguran que cada vez que un programa que compite con ‘El Hormiguero’ es cancelado, Pablo Motos planta un árbol en su productora como trofeo silencioso.
No está confirmado, pero tampoco desmentido.
Y como buena leyenda urbana televisiva, crece con cada emisión.
Durante los últimos días, Motos lanzó indirectas afiladas desde su programa.
Comentarios como “hay shows que duran lo que tienen que durar… y otros, ni eso” fueron interpretados por muchos como un dardo envenenado a Broncano.
El silencio de Motos es más elocuente que cualquier monólogo, y sus sonrisas contenidas tras la cancelación no pasaron desapercibidas para nadie.
Por otro lado, las presiones políticas jugaron un papel determinante.
El Partido Popular arremetió contra el programa por considerarlo inapropiado para una cadena pública.
Las bromas de Broncano sobre drogas, religión y política no cayeron bien entre los sectores más conservadores.
RTVE, en el punto de mira por la utilización de fondos públicos, no tardó en doblar la rodilla.
A esto se sumó la tragedia comercial: los anunciantes huyeron.
Nadie quería vincular su marca a un contenido tan polarizante.
Sin patrocinadores, sin apoyo político y con audiencias descendiendo tras los cambios de horario constantes —que desconcertaban incluso a sus más fieles seguidores—, el final era inevitable.
Pero el daño ya está hecho.
Para RTVE, esta cancelación es más que el fin de un programa: es un síntoma de una cadena pública atrapada entre la presión institucional, la autocensura editorial y la imposibilidad de competir en igualdad de condiciones con las privadas.
Para David Broncano, es una herida en su carrera televisiva abierta a nivel nacional, aunque todo apunta a que volverá más pronto que tarde, quizá en plataformas como Netflix o Amazon, donde la libertad creativa no tiene el corsé de los despachos políticos.
En este escenario, Pablo Motos emerge como el gran ganador.
Su programa, libre de competencia directa en la franja nocturna, recupera terreno perdido y se consolida una vez más como el rey absoluto del late night en España.
Su estilo tradicional, criticado por muchos, pero consumido por millones, demuestra que en la televisión abierta aún manda el equilibrio entre espectáculo y seguridad.
La gran pregunta ahora es: ¿volverá RTVE a intentarlo? ¿Seguirá buscando a su Broncano o renunciará definitivamente a plantar batalla en la noche? ¿Habrá otro valiente que desafíe a Motos en su terreno? El público lo pide, las redes lo exigen, pero por ahora, el
terreno está despejado.
Y Motos, con un árbol más en su jardín, vuelve a mirar a la competencia desde lo alto de su trono.
Una cosa está clara: la televisión española no volverá a ser la misma tras este terremoto.
La revuelta ha sido silenciada, pero la guerra por el prime time apenas comienza.