Polanco, el corazón del lujo y símbolo de poder en la Ciudad de México, se vio sacudido hasta sus cimientos con el brutal asesinato de Miguel de la Mora, mejor conocido como “Mickey Hair”, el estilista de las estrellas.
El crimen, ocurrido a plena luz del día, no solo estremeció a la élite capitalina, sino que también desnudó la fragilidad del sistema de seguridad en una de las zonas más exclusivas del país.
Como declaró con firmeza Omar García Harfuch, exsecretario de Seguridad Ciudadana: “Esto no fue un asalto. Fue una ejecución perfectamente planificada.”
De acuerdo con los reportes oficiales, el ataque se produjo alrededor de las 20:42 del 29 de septiembre, cuando Mickey salía de su salón en la calle Hegel, tras atender a su última clienta.
Mientras se dirigía a su camioneta de lujo, una motocicleta negra sin placas se acercó lentamente. Dos sujetos, con cascos oscuros, actuaron con precisión quirúrgica: el copiloto bajó, apuntó y disparó doce veces a quemarropa, ocho de esos impactos alcanzaron el rostro y el pecho de la víctima.
Todo ocurrió en menos de treinta segundos. Los asesinos huyeron sin llevarse nada: en el lugar quedaron la cartera Louis Vuitton, más de 20 mil pesos en efectivo, tarjetas bancarias, el celular y una factura por 1.750.000 pesos, correspondiente a un servicio de estética de lujo, cifra que desató sospechas sobre los verdaderos ingresos del salón.
Según Harfuch, las cámaras de seguridad confirman que Mickey había sido vigilado sistemáticamente durante días previos al ataque.

La motocicleta utilizada fue vista merodeando la zona en horarios similares, lo que demuestra que el crimen fue fríamente calculado. “Se trata de una ejecución profesional, no de un delito espontáneo. Vamos a llegar hasta el fondo, sin importar quién esté detrás”, sentenció el exsecretario.
Mickey Hair no era un simple estilista; era un ícono de éxito y sofisticación. A sus 42 años, atendía a artistas, presentadoras de televisión, empresarias y figuras del espectáculo.
Su salón en Polanco no solo era un espacio de belleza, sino un punto de encuentro discreto donde se cruzaban poder, dinero y secretos. Los servicios superaban los 5 mil pesos por cita, y las agendas debían reservarse con semanas de antelación.
Sin embargo, detrás del brillo había sombras. La investigación sigue dos líneas principales. La primera apunta a un conflicto legal y financiero con su exsocio Eduardo Ederlye, quien había sido denunciado por amenazas e intento de apropiación indebida del negocio.

Mickey incluso había solicitado una orden de restricción meses antes de su muerte, temiendo por su seguridad.
La segunda línea es aún más peligrosa: los presuntos vínculos de Mickey con el crimen organizado, particularmente con Diana Esparragosa, señalada como hija de Juan José Esparragosa Moreno, alias “El Azul”, cofundador del Cártel de Sinaloa. Diana era clienta habitual y amiga íntima del estilista; fuentes afirman que incluso viajaron juntos a Miami y Los Cabos.
Los investigadores sospechan que el salón de Polanco pudo haber servido como fachada para operaciones de lavado de dinero.
Se descubrieron transferencias por millones de pesos sin justificación fiscal, y varios allegados afirmaron que Mickey temía estar siendo vigilado. Algunos creen que el estilista sabía demasiado, intervino donde no debía o traicionó a las personas equivocadas.

Harfuch ha desplegado una operación tripartita de inteligencia, tecnología y campo, revisando los datos de todas las cámaras C5 y privadas en la zona, así como utilizando software de triangulación para rastrear los teléfonos móviles cercanos al lugar del crimen.
Tres números, vinculados a grupos de sicarios urbanos, coincidieron con la ubicación de Mickey minutos antes de su asesinato. Equipos encubiertos han sido desplegados en colonias estratégicas como Anáhuac, Escandón y San Miguel Chapultepec.
Para Harfuch, este caso es más que una investigación: es una prueba de fuego para el sistema de justicia y seguridad de la capital. “No permitiremos que este crimen quede impune. Vamos a capturar al autor material y al intelectual”, afirmó con determinación.

El impacto social ha sido inmediato. Celebridades, empresarios y figuras públicas expresaron su miedo e indignación. En redes sociales, una frase se repite con fuerza: “Si alguien como Mickey, con dinero, fama y contactos, puede ser ejecutado así, entonces nadie está a salvo.”
El asesinato de “Mickey Hair” envía un mensaje helado a toda la sociedad mexicana: la riqueza ya no garantiza seguridad, el poder no asegura protección, y el glamour de Polanco no puede ocultar la sombra del crimen organizado. Para Harfuch, es una advertencia clara: el crimen ha evolucionado, y el Estado debe hacerlo también.
De ícono del lujo a víctima de una ejecución implacable, la historia de Mickey Hair deja al descubierto una verdad dolorosa: bajo las luces de Polanco, la violencia sigue respirando. Y aunque el silencio ha caído sobre su salón, el eco de las balas aún resuena en el corazón de la Ciudad de México.