“Fue al baño y desapareció”, madre busca desesperada a Carlos Emilio

Mazatlán es sinónimo de playas turísticas, luces vibrantes y vida nocturna. Sin embargo, detrás de esa fachada festiva, un caso inquietante ha sembrado miedo e indignación.

Un joven de 21 años desapareció dentro de un bar emblemático, supuestamente con cámaras y seguridad en cada esquina.

Casi un mes después, las autoridades guardan silencio. ¿Qué ocurrió realmente con Carlos Emilio? ¿Quién está evitando que la verdad salga a la luz?

Carlos Emilio recién había cumplido 21 años el 9 de octubre. Días antes, viajó junto con su familia desde Durango para disfrutar de un fin de semana en Mazatlán.

La noche del domingo 5 de octubre, acudió con dos primas a Terraza Valentinos, un bar conocido por los turistas y la población local. Según ellas, Carlos estaba en perfecto estado, sin señales de embriaguez o conducta extraña.

Todo cambió en cuestión de minutos. Aproximadamente media hora después de haber ingresado, Carlos se levantó para ir al baño.

Desde ese instante, se perdió por completo su rastro. Una de sus primas, preocupada porque él tardaba demasiado, intentó acercarse al baño, pero fue detenida por un miembro del personal.

“No hay nadie adentro”, le respondieron con firmeza. Ella intentó verificar y solo alcanzó a ver unas zapatillas que no eran de Carlos.

Inmediatamente, comenzaron una búsqueda desesperada dentro del establecimiento y en los alrededores, sin éxito.

El desconcierto se transformó en alarma cuando se les impidió circular libremente. La otra prima salió a buscar dinero para pagar la cuenta, pero al intentar regresar fue bloqueada por la seguridad.

Pasaron entre 20 y 30 minutos antes de que se le permitiera entrar nuevamente, únicamente para pagar y acompañar a la familiar que aún estaba dentro.

¿Por qué un bar impediría la búsqueda de un cliente desaparecido? ¿Qué se intentaba evitar que vieran?

La madre de Carlos, Brenda Valenzuela, está convencida de que su hijo jamás salió de Valentinos por su propia voluntad.

Su celular dejó de responder a las 3:31:10 de la madrugada, es decir, mucho después de que desapareció. Si Carlos hubiera abandonado el lugar sin ser visto, cámaras externas como las del hotel y el McDonald’s enfrente deberían haberlo captado.

Aun así, la familia no ha tenido acceso a ninguna grabación, ni pública ni privada.

Para empeorar la sospecha, las autoridades municipales informaron que varias cámaras de la ciudad estaban “en mantenimiento” en ese momento. La coincidencia resulta al menos inquietante.

Desde la denuncia formal, familiares de Carlos acuden diariamente a la Fiscalía de Mazatlán esperando avances. Nada.

Las explicaciones oficiales son vagas, cuando existen. La Fiscalía de Durango solo acompaña el caso y remite toda responsabilidad a Sinaloa. Mientras tanto, la investigación sigue paralizada.

Hay un dato que inquieta especialmente a la opinión pública: el propietario de Terraza Valentinos es actualmente Secretario de Economía del estado de Sinaloa.

La familia y muchos ciudadanos temen que el caso esté siendo tratado con “delicadeza política” y que haya intereses influyentes en juego.

Brenda describe a su hijo como un joven responsable y muy unido a su familia. Su temor crece cada día que pasa sin noticias. Su súplica es cada vez más angustiosa:

“Quiero a mi hijo de vuelta. Si alguien sabe algo, si alguien lo tiene, suplico que lo deje regresar a casa.”

Esta desaparición trasciende el dolor de una sola familia.

Abre una herida profunda en la confianza ciudadana: si un joven puede desaparecer dentro de un bar concurrido, con vigilancia privada y cámaras, ¿qué tan protegidos están los demás?

Las incógnitas se acumulan y ninguna tiene respuesta:
¿Cómo puede desvanecerse una persona dentro de un lugar público y vigilado?
¿Quién controló o permitió sus últimos movimientos dentro del bar?
¿Por qué la investigación avanza con una lentitud inexplicable?
¿Quién gana con el silencio?

La verdad puede ser obstaculizada, pero no borrada. La familia de Carlos Emilio continúa luchando. Mazatlán observa. México exige claridad. Y la justicia, aunque demorada, deberá llegar.

Porque mañana, podría ser cualquiera de nosotros.

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