Veintiún incendios de nivel dos continúan activos, amenazando vidas, hogares y ecosistemas.
La alarma social crece y la atención pública se centra en quiénes deberían ser símbolos de unidad y apoyo.
Sin embargo, la realidad que se filtra desde la Casa Real es muy distinta a la que todos esperan.
Felipe VI, el rey de España, ha decidido adelantar su regreso a Madrid, dejando atrás sus vacaciones para atender la crisis.
Pero no es tan sencillo como parece.
El monarca está atado de pies y manos, pues cualquier movimiento suyo depende del visto bueno del presidente del gobierno, Pedro Sánchez.\
Si Sánchez no autoriza una visita a las zonas afectadas, Felipe no puede hacer nada.
Esta dependencia política limita gravemente su capacidad de acción y refleja la irrelevancia práctica de la monarquía en momentos de emergencia.
Mientras tanto, Letizia Ortiz, la reina consorte, ha optado por una actitud que muchos califican de insensible y rebelde.
Según fuentes y rumores difundidos por medios y redes sociales, Letizia no solo ha rechazado interrumpir sus vacaciones, sino que se niega a responder a llamadas y mensajes relacionados con la crisis.
Su ausencia en el escenario público contrasta fuertemente con la gravedad de la situación.
Algunos medios señalan que estaría disfrutando de un yate en Grecia, acompañada por un empresario catalán, supuesto amante, lo que añade un tinte de escándalo a la polémica.
Esta conducta ha provocado un debate intenso.
La reina, que en otras ocasiones mostró empatía y presencia activa, como durante la Dana, ahora parece desentenderse completamente del sufrimiento del pueblo español.
Casa Real ha intentado maquillar la situación organizando un falso regreso conjunto en un avión Falcon, pero las imágenes y testimonios indican que solo Felipe viajó a Madrid, mientras Letizia permaneció ausente.
La ruptura en la pareja real parece evidente.
Felipe no ha regresado a Grecia, sino que se encuentra en Madrid con su madre, doña Sofía, lo que ha despertado especulaciones sobre posibles discusiones internas o problemas familiares.
La distancia física y emocional entre Felipe y Letizia se acentúa, y la opinión pública no deja de cuestionar la estabilidad del matrimonio y la coherencia de sus roles.
Además, la ausencia de la princesa Leonor en este momento crítico añade más leña al fuego.
La heredera al trono no ha mostrado señales públicas de preocupación ni compromiso, lo que genera dudas sobre su preparación para el futuro y la imagen que la Casa Real proyecta hacia la sociedad.
En redes sociales, la indignación crece.
Muchos usuarios critican la falta de empatía y responsabilidad de Letizia, mientras otros defienden que la reina tiene derecho a su privacidad y descanso.
Sin embargo, el contraste con la actitud de Felipe es innegable y alimenta teorías sobre una monarquía dividida y desconectada de la realidad.
La situación plantea preguntas incómodas: ¿Qué valor real tiene la monarquía en España hoy?
¿Por qué Letizia puede ignorar una crisis nacional sin consecuencias inmediatas?
¿Es Felipe un simple títere político sin autonomía?
Y, sobre todo, ¿qué futuro le espera a esta institución en medio de dramas personales y sociales tan evidentes?
Por ahora, Letizia mantiene su postura firme: sus vacaciones no se tocan.
Mientras tanto, el país arde y la gente espera respuestas y liderazgo.
La reina en rebeldía y el rey desesperado dibujan un cuadro dramático que parece sacado de una novela, pero que es la cruda realidad de la España actual.
El drama continúa, y la Casa Real está en el centro del huracán.
¿Será este el momento de un cambio profundo o simplemente otro capítulo más en la saga de una monarquía cuestionada?
Solo el tiempo lo dirá, pero una cosa es segura: la paciencia del pueblo tiene un límite, y la indiferencia no perdona.