Cuando la noche apenas cedía paso a los primeros rayos del amanecer, en el exclusivo barrio de Polanco —donde residen empresarios, artistas y políticos de alto nivel
— decenas de agentes federales rodearon en silencio una mansión de miles de metros cuadrados.
Todo se ejecutó bajo un sigilo absoluto, hasta que las puertas metálicas se abrieron para dejar al descubierto una de las operaciones más impactantes de los últimos años.
La residencia, atribuida a Inés Gómez Mont, la reconocida presentadora de televisión y figura del espectáculo mexicano, se convirtió en el epicentro de una investigación que amenaza con exponer una red financiera y política de dimensiones imprevisibles.

Todo comenzó cuando su esposo, el empresario Víctor Manuel Álvarez Puga, fue detenido por agentes del ICE en Florida a finales de septiembre.
El hombre, conocido durante años como “el cerebro contable de los poderosos”, enfrenta ahora acusaciones por lavado de dinero, evasión fiscal y manejo de empresas fantasma.
Su captura reactivó de inmediato el expediente abierto por la Fiscalía General de la República (FGR) en 2021, en el que ambos figuraban como prófugos de la justicia por delitos financieros graves.
De acuerdo con los documentos de la investigación, entre 2012 y 2018, la pareja habría simulado contratos con dependencias federales por más de 3.000 millones de pesos, equivalentes a cientos de millones de dólares.

El dinero circulaba a través de una estructura triangular de compañías fachada y transferencias cruzadas, lo que permitía blanquear recursos provenientes del erario público.
En la jerga de los investigadores, este mecanismo se conoce como “triangulación bancaria”: fondos públicos desviados a empresas intermedias que, a su vez, devolvían los montos a cuentas privadas bajo la apariencia de servicios inexistentes.
Fuentes cercanas al caso aseguran que varios contratos fueron firmados durante el sexenio anterior, con la autorización de altos funcionarios.
Algunos de ellos ya no ocupan cargos públicos, pero las pistas apuntan a una red de complicidades cuidadosamente construida que conectaba a servidores públicos con empresarios del sector privado.

Los fondos desviados se habrían utilizado para comprar propiedades en Estados Unidos, Panamá y República Dominicana, además de joyas, autos de lujo, relojes y yates.
Uno de esos bienes —una mansión registrada a nombre de Gómez Mont en la Ciudad de México— fue la pieza clave que condujo a los investigadores a realizar un cateo secreto al amanecer.
Durante horas, los agentes de la FGR y de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) inspeccionaron cada rincón de la propiedad.
Lo que encontraron superó todas las expectativas: maletas y cofres metálicos repletos de efectivo, tanto en pesos como en dólares, ocultos entre muros y bajo el suelo. Ningún documento bancario justificaba el origen de ese dinero.

En una habitación oculta detrás de un panel de madera, los agentes hallaron un archivo digital confidencial compuesto por discos duros, memorias USB y carpetas impresas cuidadosamente ordenadas.
Los peritos forenses descubrieron que contenían información política y financiera de alto nivel, incluidos correos electrónicos, contratos y listados de transferencias que mencionaban nombres de políticos, empresarios y dependencias del gobierno.
Una de las carpetas, según trascendió de manera extraoficial, llevaba el título “Operación Plata”, y detallaba el flujo de dinero entre cuatro dependencias federales y once empresas fachada bajo el control directo de Álvarez Puga.
Los investigadores también incautaron archivos personales de varios funcionarios públicos, con copias de contratos de renta de aeronaves, fotografías y notas confidenciales. Uno de los agentes reconoció:
“No solo encontramos pruebas de lavado de dinero; encontramos la sombra de una conexión entre las finanzas ilícitas y el poder político.”

En el sótano de la mansión se descubrió además una cámara blindada y aislada acústicamente, donde se almacenaban relojes, joyas y piezas de colección valoradas en millones de dólares. Algunos artículos conservaban sus facturas originales de boutiques exclusivas de Miami, París y Dubái.
Los peritos trabajan ahora en el análisis y descifrado del material digital. Según informes preliminares, parte de la información está cifrada, pero los expertos sostienen que podría revelar los nombres de quienes participaron en el sistema de contratos simulados, e incluso vínculos con bancos comerciales y grupos mediáticos.
Si las pruebas se confirman, la FGR podría emitir nuevas órdenes de aprehensión en las próximas semanas.
Los abogados de Gómez Mont reaccionaron de inmediato, denunciando una “persecución mediática” y afirmando que el cateo fue “ilegal y arbitrario”.

Sin embargo, documentos judiciales demuestran que la operación fue autorizada por un juez federal y ejecutada conforme a derecho.
La caída de Inés Gómez Mont ha generado un profundo debate en la opinión pública.
Algunos la consideran una víctima de vendettas políticas; otros, un símbolo de la impunidad de las élites mexicanas, acostumbradas a vivir rodeadas de lujo mientras manipulan las estructuras del Estado para su beneficio.
Pero lo que este caso ha dejado claro es que el cateo en Polanco no fue un simple operativo de rutina. Abrió la puerta a una red de intereses donde el dinero y el poder se entrelazan en la penumbra, en un país donde las apariencias pueden ser tan brillantes como engañosas.
Los fiscales temen que, una vez descifrada toda la información confiscada, México enfrente un terremoto político de proporciones inéditas. Porque en esos discos duros, dicen, puede estar la respuesta a una pregunta que todos se hacen:
¿Se puede comprar el poder? Y si es así… ¿cuánto cuesta el silencio?