El 12 de octubre de 2025, Día de la Hispanidad, el desfile nacional que tradicionalmente simboliza la unidad y el orgullo de España se convirtió en un auténtico espectáculo de errores, tensiones y polémicas que han puesto en jaque la imagen pública de las principales figuras políticas y de la Casa Real.
Desde el inicio, la jornada estuvo marcada por gestos y situaciones que no pasaron desapercibidos para los medios ni para el público.
Óscar Puente, alcalde de Valladolid, fue captado en el palco de autoridades frotándose los ojos y tocándose la cara mientras Pedro Sánchez, visiblemente distraído, no soltaba el teléfono móvil, lo que alimentó especulaciones sobre posibles noticias negativas que podrían haberle llegado en plena celebración.
Pero el verdadero escándalo comenzó cuando se confirmó que Pedro Sánchez decidió abandonar antes de tiempo la recepción real en el Palacio Real, evitando hablar con los medios y el tradicional corrillo con periodistas acreditados.
Un gesto inusual que fue interpretado como una señal de malestar o tensión en su entorno.
En el ámbito estilístico, la atención se centró en la infanta Sofía, quien con apenas 18 años fue objeto de críticas durísimas por su elección de vestuario.
Mientras la reina Letizia lució un vestido verde esmeralda perfectamente adaptado a la solemnidad del acto, la joven infanta apareció con un look que muchos calificaron de “desfasado” y “propio de una señora mayor”.
La polémica prenda fue una capa que, según numerosos comentaristas y expertos en moda, le restaba frescura y juventud, apagando su imagen y generando un contraste muy marcado con la elegancia de su madre.
Las redes sociales no tardaron en estallar con comentarios que, aunque no atacaban a la infanta directamente, cuestionaban la elección del estilista responsable o la influencia de Letizia en la imagen de su hija.
Más allá de la moda, la relación entre las hermanas, la princesa Leonor y la infanta Sofía, fue captada en imágenes tiernas y espontáneas durante el evento.
Leonor mostró una actitud protectora y cariñosa hacia Sofía, ayudándola a cambiar de lugar y compartiendo risas, lo que contrastó con el ambiente tenso que rodeaba a otros protagonistas del desfile.
Sin embargo, el momento más bochornoso llegó con un grave error de protocolo protagonizado por Pedro Sánchez durante el besamanos en la recepción real.
Al saludar a los Reyes, el presidente hizo un amago de saludo a la reina Letizia, pero la dejó con la mano extendida varios segundos sin responder, un gesto que fue captado por las cámaras y rápidamente analizado por expertos en protocolo como un “despropósito” y una “falta de respeto”.
Este incidente no solo puso en evidencia una posible falta de sintonía o tensión entre Moncloa y la Casa Real, sino que también generó un torrente de críticas y memes en redes sociales, donde usuarios no dudaron en calificar la acción como “vergonzosa” e “incalificable”.
La polémica se intensificó aún más al saber que, a diferencia de otros presidentes autonómicos y alcaldes, Pedro Sánchez acudió solo al acto, sin la compañía de su esposa Begoña Gómez, quien ha sido objeto de críticas y ataques en los últimos tiempos.
Esta ausencia fue interpretada como una señal de la “nueva normalidad” impuesta por las circunstancias personales y políticas del presidente, que parece cada vez más aislado en estos eventos.
Por si fuera poco, la retransmisión oficial del desfile por parte de RTVE fue duramente criticada por manipular el sonido ambiente para ocultar los abucheos masivos que recibió Sánchez durante el acto.
Este intento de censura fue denunciado por varios medios alternativos que difundieron el audio original, evidenciando una clara intención de minimizar la protesta ciudadana.
Finalmente, la polémica se cerró con el recuerdo del vídeo oficial del Gobierno para la fiesta nacional, que incluyó imágenes de banderas palestinas y del colectivo LGTBIQ+, generando un debate sobre la identidad y los símbolos que representan a España.
Para muchos, esta decisión fue una provocación y una humillación para quienes sienten un fuerte apego a las tradiciones nacionales.
En resumen, el desfile del 12 de octubre de 2025 no fue solo una celebración, sino un reflejo de las tensiones políticas, sociales y culturales que atraviesa España.
Entre errores de protocolo, gestos polémicos y decisiones controvertidas, la jornada dejó claro que la estabilidad y la unidad del país están lejos de ser un hecho consumado.
Mientras Pedro Sánchez intenta capear el temporal entre críticas y abucheos, la Casa Real también enfrenta el escrutinio público, con la infanta Sofía en el centro de una tormenta mediática que pone en cuestión la gestión de su imagen y la coherencia del mensaje institucional.
¿Será este el principio de un cambio en la forma en que se gestionan estos grandes eventos?
¿O simplemente otro capítulo más en la saga de conflictos que marcan la España contemporánea?
Lo único cierto es que el bochornoso desfile del 12-O será recordado por mucho tiempo, y no precisamente por razones de orgullo nacional.