Joan Baldoví, figura destacada y portavoz de Compromís, ha sido sorprendido en una flagrante manipulación de su currículum oficial en la web de las Cortes Valencianas.
En dicha ficha, Baldoví aparece como licenciado en magisterio, un título que, según expertos y registros oficiales, nunca ha existido ni antes ni después de la implantación del plan Bolonia en España.
La realidad es mucho más sencilla y menos glamorosa: Baldoví es diplomado en magisterio, lo que en términos académicos equivale al título de maestro.
Esta titulación ha sido la que él mismo ha reconocido durante cinco legislaturas en el Congreso de los Diputados, donde siempre se presentó con honestidad respecto a su formación académica.
Sin embargo, un cambio sutil pero significativo se ha producido en las Cortes Valencianas, donde ahora figura como licenciado en magisterio.
Esta alteración ha levantado sospechas y dudas sobre la veracidad de su trayectoria académica.
Para entender la gravedad, hay que recordar que el plan Bolonia, firmado en 1999 por 29 países europeos, transformó las antiguas diplomaturas en grados universitarios, pero la licenciatura en magisterio nunca ha formado parte del sistema universitario español.
Además, en su actual currículum, Baldoví se presenta correctamente como maestro de educación pública, dato que no genera controversia.
Lo que resulta llamativo es que en sus anteriores etapas parlamentarias nunca apareció esa licenciatura ficticia.
Siempre se reflejó su título real, diplomado en magisterio, que antes del plan Bolonia equivalía a maestro y después a grado.
Este episodio no es un caso aislado, sino que se enmarca dentro de una preocupante oleada de falsificaciones y exageraciones académicas que afecta a varios políticos de la Comunidad Valenciana.
Un ejemplo reciente es el de José María Ángel, alto comisionado para la Reconstrucción Trasladana, quien dimitió tras descubrirse que su titulación era falsa.
Su esposa, Carmen Ninet, diputada socialista, tampoco posee el título requerido para su cargo como directora.
La lista continúa con la delegada del gobierno en la Comunidad Valenciana, Pilar Bernabé, quien durante 14 años afirmó tener una licenciatura en filología hispánica que nunca terminó.
A nivel nacional, Yolanda Díaz, vicepresidenta y líder de SUMAR, ha sido cuestionada por presentar como máster un simple módulo de 50 horas de la Universidad de Santiago de Compostela, algo muy alejado de un título oficial.
La acumulación de estos casos ha erosionado gravemente la credibilidad de la clase política, tanto valenciana como española.
Joan Baldoví se suma ahora a esta larga lista de dirigentes que han adornado sus perfiles académicos con títulos inexistentes o falsificados, lo que genera una profunda desconfianza entre los ciudadanos.
Surge entonces una pregunta inevitable: si un político no sabe ni cómo se llama su propia titulación, ¿acaso la habrá terminado realmente o siquiera estudiado?
Este tipo de irregularidades no solo manchan la imagen individual, sino que ponen en entredicho la integridad de las instituciones que representan.
El impacto de estas revelaciones va más allá de la simple polémica.
La sociedad demanda transparencia y honestidad, especialmente en quienes ostentan cargos públicos y toman decisiones que afectan a todos.
La falsificación o exageración del currículum es un síntoma más de la crisis de confianza que atraviesa la política española.
En el caso específico de Baldoví, la explicación oficial aún no ha llegado, y la polémica sigue creciendo.
Mientras tanto, sus adversarios políticos no pierden la oportunidad de utilizar este escándalo para cuestionar la legitimidad de Compromís y sus representantes.
Este episodio también pone en evidencia la laxitud de los sistemas de verificación y control en las instituciones públicas.
¿Cómo es posible que un error o manipulación de este tipo permanezca sin corregirse durante tanto tiempo?
La respuesta apunta a una falta de supervisión rigurosa y, quizás, a una cultura de permisividad que debe ser urgentemente revisada.
En definitiva, la política valenciana se encuentra sumida en una crisis de credibilidad que requiere medidas contundentes.
La ciudadanía exige que se depuren responsabilidades y que los cargos públicos demuestren con hechos su compromiso con la verdad y la ética.
Mientras tanto, este caso se convierte en un nuevo capítulo de un drama que parece no tener fin.
La moraleja es clara: en la política, como en la vida, los títulos que no existen solo sirven para construir castillos de arena que tarde o temprano se derrumban.
Y para quienes quieran profundizar en este asunto, les dejamos dos vídeos virales que han puesto en jaque a muchos políticos valencianos.
Porque, al final, en la era digital, la verdad siempre encuentra su camino.
Así que, si pensabas que tu currículum era complicado, recuerda: “No basta con tener un título, hay que tener uno que exista.”
¿Será este el fin de las falsificaciones o simplemente otro episodio en la telenovela política?
El tiempo lo dirá.