Un breve video, grabado durante una noche de lluvia torrencial, se ha difundido en las redes sociales de México. En la imagen borrosa, se distingue a Miguel Baena Solózano, alcalde de Pisaflores, Hidalgo, de pie frente a la puerta de su casa.
Segundos después, se escucha el rugido de una motocicleta y luego una serie de sonidos secos que rompen la oscuridad.
Cuando el video se detiene, el alcalde yace en el suelo, sin decir una palabra.
La pregunta que estremece a todo Hidalgo es simple y brutal: ¿Quién dio la orden, y por qué?

Miguel Baena no era un político más. Era un símbolo del liderazgo cercano, un funcionario que prefería caminar por el mercado sin escoltas, saludar por su nombre a los vecinos y escuchar directamente sus quejas. Pero aquella noche, su confianza en la comunidad se convirtió en su punto más vulnerable.
El atentado ocurrió en La Estancia, una pequeña comunidad enclavada entre montañas, a pocos metros de su vivienda.
El alcalde conversaba con su hermano y varios vecinos sobre los daños causados por las lluvias recientes. No hubo discusión, ni advertencia.
Solo dos figuras con el rostro cubierto que se acercaron. Cinco disparos bastaron para poner fin a la vida de un hombre querido —y para desatar una tormenta política en Hidalgo.

Los testigos aseguran que el ataque fue planificado y ejecutado con precisión quirúrgica. Los agresores conocían la rutina del alcalde, sabían la hora en que salía, el camino que tomaba y el punto donde solía detenerse a charlar. Los investigadores sostienen que fue una acción deliberada, fría y sin margen de error.
Apenas cesaron los disparos, Pisaflores se sumió en el caos. La policía estatal, la municipal y la Guardia Nacional desplegaron un operativo de emergencia.
Las rutas de salida de La Estancia fueron bloqueadas, se inspeccionó a cada motociclista y se establecieron retenes en las carreteras hacia Cimapán y Jacala.
Durante toda la noche se escucharon patrullas y helicópteros sobrevolando la zona al amanecer. Los vecinos, aterrados, solo murmuraban: “No fue un asalto… fue un mensaje.”

Pero ¿a quién iba dirigido ese mensaje?
En el México político de hoy, la pregunta no es retórica. En regiones rurales como Hidalgo, donde los intereses económicos, las redes de poder y el crimen organizado se entrelazan, ejercer un cargo público equivale a caminar por un campo minado. Allí, una decisión correcta puede costar la vida.
Miguel Baena era visto como un líder auténtico. “Era uno de los nuestros”, dicen los pobladores. No delegaba en momentos de crisis: cuando las lluvias inundaban los caminos, aparecía con botas, chaleco y libreta en mano, coordinando rescates y entregas de ayuda.
Su gestión se caracterizó por la reconstrucción de caminos rurales, escuelas y el apoyo directo a campesinos afectados por desastres naturales.

Por eso, su muerte no solo conmocionó a Pisaflores, sino a todo Hidalgo. El Partido Verde Ecologista de México, al que pertenecía, declaró: “Este crimen no es un ataque contra un individuo, sino contra la voluntad del pueblo y la democracia local.”
Analistas políticos señalan que el asesinato del alcalde Baena se suma a la creciente ola de violencia política que atraviesa México.
En los últimos años, decenas de alcaldes, regidores y candidatos han sido asesinados, especialmente aquellos que denunciaron la corrupción o se negaron a colaborar con grupos criminales.
Un analista desde Ciudad de México lo resumió con crudeza:
“Cada bala disparada contra un político honesto es una bala contra la democracia. Cuando los que hacen lo correcto son eliminados, lo que queda no es un Estado de Derecho, sino la ley del más fuerte.”

Al amanecer, el pueblo de Pisaflores amaneció de luto. Frente al ayuntamiento, los vecinos colocaron velas y flores frescas. Un cartel escrito a mano decía: “Miguel, no te olvidamos. Moriste por hacer lo correcto.”
El dolor se mezcla con la rabia. Una anciana, con voz temblorosa, dijo a los periodistas: “Perdimos a un líder, pero ellos perdieron nuestro silencio.”
El asesinato de Miguel Baena deja una herida abierta y una pregunta que nadie puede responder: ¿Cómo hablar de democracia cuando quienes la representan son asesinados por ejercerla?
Los videos filtrados y las imágenes de la escena solo profundizan la herida, recordando una verdad incómoda: en ciertas regiones de México, ser íntegro es un acto de valentía extrema.

Hoy, Pisaflores vive entre el miedo y el orgullo. Perdió a su alcalde, pero ganó un símbolo: Miguel Baena Solózano, el hombre que decidió estar con su pueblo hasta el último segundo.
La pregunta final resuena en el aire:
¿Quién gobierna realmente Hidalgo – el Estado, o la sombra?
Y mientras no haya respuesta, una certeza permanece:
En el México actual, el poder ya no es un escudo. Es una apuesta por la supervivencia.