Anna Kournikova y Enrique Iglesias resguardan su vida privada como pocos. Su enigmática historia de amor comenzó con un videoclip de 3 minutos y perdura hace 18 años. A pesar de lo que muchos imaginan, no hubo flechazo a primera vista. La relación necesitó tiempo para madurar, y hasta el momento, no tiene fecha de vencimiento.
La tenista rusa y el cantante español se conocieron en 2001 cuando grabaron juntos el videoclip “Escape”. Para ese entonces, él tenía 26 años y ya había dado sus primeros pasos en el mundo de la música. Con cuatro discos en su haber, iba tras el quinto material que consideraba crucial para su carrera: quería triunfar por sus propios medios y que dejaran de referirse a él como “el hijo de Julio Iglesias”.
Como no podía haber margen de error en este álbum, el director del video, Dave Meyers, sugirió incorporar una coprotagonista femenina: una chica que representara el papel de una fanática en un recital y que preferentemente fuese una celebridad del momento para asegurarse más impacto mediático. La elegida fue Kournikova, de 20 años, quien por ese entonces era considerada “la sex symbol de la industria del deporte”.
Kournikova nació en Moscú. Hija de un profesor de lucha grecoromana y de una entrenadora de tenis, heredó la veta atlética de la familia. Desde los 5 años, cuando le regalaron su primera raqueta, se dedicó con gran pasión al tenis bajo la atenta supervisión de su madre. Su talento llamó muy pronto la atención de la reconocida Academia de tenis Nick Bolletieri, que le otorgó una beca completa.
Por esos misterios de la vida, quien sería en un futuro su eterno amor estaba en otra parte del mundo, a más de 9000 kilómetros, en Miami. El hijo de Isabel Preysler y Julio Iglesias vivió muy poco tiempo en España, ya que él y sus hermanos -Isabel y Julio José- se fueron a vivir con su padre a Estados Unidos cuando eran muy pequeños.
Mientras que la precoz niña tenista contaba con todo el apoyo familiar para lograr sus metas, no pasaba lo mismo con el cantante. No era fácil para él lidiar con la figura gigantesca de su padre: el intérprete de “Me olvidé de vivir” desbordaba de fama en los años ’80. Ante semejante celebridad, el menor de la familia vivía en silencio su verdadera vocación. Él también quería cantar, él también soñaba con las luces y el reconocimiento del público; pero algo estaba muy claro: en el universo Iglesias mandaba su padre, quien le exigía que estudiara una carrera contable.