La apertura del teléfono móvil de los sicarios detenidos por el asesinato del futbolista Mario Pineida se convirtió en el punto de quiebre de la investigación y cambió por completo la lectura del caso.
Lo que en un inicio parecía un episodio más de violencia criminal comenzó a revelarse como una tragedia personal de enorme complejidad, donde se entrelazan emociones, rencores y poder.
De acuerdo con fuentes de la investigación, tras su captura los sospechosos se negaron a entregar las contraseñas y llegaron incluso a rechazar la propiedad del dispositivo.
Esa negativa frenó los primeros avances del caso. Sin embargo, mediante peritajes forenses especializados, las autoridades lograron acceder al contenido del teléfono. El material recuperado superó todas las hipótesis iniciales.

El aparato contenía mensajes parcialmente borrados, audios reenviados y una larga lista de números sin nombre.
La reconstrucción de los datos reveló una comunicación constante en los días previos al ataque, centrada en el seguimiento de la rutina de Mario Pineida, la confirmación de ubicaciones y la coordinación exacta del momento para actuar.
Los investigadores señalaron que el nivel de organización demuestra que no se trató de un hecho fortuito. Cada movimiento fue reportado, cada cambio de agenda fue comunicado y validado en tiempo real. Esto descartó la posibilidad de un robo improvisado o un ataque casual.
El tono de los mensajes fue uno de los hallazgos más inquietantes. A diferencia de otros crímenes por encargo, donde prevalece un lenguaje frío y funcional, aquí aparecían expresiones de furia, resentimiento y traición.

Algunos audios insistían en la idea de que lo ocurrido era “imperdonable”. Para los investigadores, esta carga emocional apunta a un móvil profundamente personal, más allá del dinero.
A partir de esta información, la policía delineó una estructura de tres niveles. En la base, los sicarios que ejecutaron el ataque.
En un segundo plano, una intermediaria encargada de entregar dinero y transmitir órdenes. En la cúspide, la autora intelectual, una mujer mencionada de forma indirecta pero constante bajo el término “Ella”.
Según las declaraciones, los sicarios nunca se reunieron cara a cara con “Ella”. Sin embargo, el tono de los mensajes y la firmeza de las instrucciones dejaban claro que se trataba de la máxima autoridad. No había espacio para preguntas ni objeciones. Las órdenes eran absolutas.

La intermediaria fue descrita como una mujer discreta y segura, que aparecía solo lo necesario. Portaba dinero en efectivo y exigía que el trabajo se realizara de manera rápida y limpia, sin dejar testigos emocionales ni fisuras que pudieran alterar la versión final de los hechos.
Su presencia y desaparición fueron tan precisas que los ejecutores asumieron que el plan llevaba tiempo en preparación.
Uno de los aspectos más perturbadores fue la lista de objetivos. El ataque no se limitaba a Mario Pineida. Además de la mujer que lo acompañaba, inicialmente confundida con su esposa, figuraba también la madre del futbolista. La instrucción era clara. Si ella aparecía en la escena, debía morir.
Los investigadores consideran que incluir a la madre no respondía a un conflicto directo, sino a la intención de controlar por completo el relato posterior.

Eliminar a las personas más cercanas reducía el riesgo de versiones alternativas y mantenía la verdad bajo el dominio del autor intelectual.
El plan comenzó a derrumbarse cuando la madre de Pineida sobrevivió. A partir de ese momento, la segunda parte del pago nunca llegó. La intermediaria cortó toda comunicación y desapareció, dejando a los sicarios expuestos ante la presión policial y el escándalo nacional.
La sensación de traición se apoderó del grupo. Según sus testimonios, el miedo a ser silenciados para proteger el secreto los llevó a colaborar con las autoridades. Fue ese temor el que abrió la puerta a confesiones clave para el avance del caso.
Hasta ahora, la identidad real de “la mujer en las sombras” no ha sido revelada oficialmente. Las hipótesis se concentran en el círculo íntimo de Mario Pineida, desde su esposa hasta antiguas relaciones sentimentales o figuras femeninas con influencia en su entorno personal y económico.

Las autoridades, sin embargo, mantienen reserva y advierten que cualquier conclusión debe esperar el cierre formal de la investigación.
El caso Mario Pineida, a la luz de la información extraída del teléfono, expone una tragedia nacida de heridas emocionales profundas. La muerte aparece no solo como un desenlace, sino como un instrumento para resolver conflictos sentimentales fuera de control.
La captura de los sicarios fue apenas el inicio. Cuanto más se analizan los datos y las relaciones que rodean el crimen, más claro resulta que el verdadero nudo no estaba en el lugar del ataque, sino en las zonas más oscuras de los vínculos familiares y afectivos, donde el poder y la emoción se confunden y la verdad permanece, por ahora, oculta.