Mario Quintero Lara, líder de Los Tucanes de Tijuana, ha decidido hablar sin filtros y lo que reveló sacude tanto como sus corridos más potentes. Desde un humilde rancho en La Bebelama, Sinaloa, hasta conquistar escenarios internacionales, su historia está marcada por éxitos, amores furtivos, rupturas internas y episodios oscuros que nunca habían salido a la luz.
En la cima de su fama, confiesa haber vivido romances con dos de las figuras más mediáticas del espectáculo latino: Galilea Montijo y Alicia Machado. “No fue al mismo tiempo, no fue un circo, pero sí fueron momentos reales”, admite. Con Galilea, dice, hubo una conexión inmediata, breve pero intensa. Con Alicia, en cambio, describe una relación volcánica, llena de carácter y pasión. Ambas quedaron como recuerdos que, aunque jamás fueron portada, dejaron huella en su vida.
Pero no todo en el camino de Los Tucanes ha sido música y glamour. La banda ha enfrentado salidas abruptas, desapariciones silenciosas y pérdidas irreparables. Mario Moreno Quintero, primo y cofundador, abandonó el grupo por diferencias de rumbo y para acompañar a su esposa en su lucha contra el cáncer. Clemente Flores, tecladista de más de una década, se fue sin explicación. Y Joel Higuera, segunda voz y acordeonista icónico, dejó la agrupación en medio de rumores de excesos y tensiones, para luego fallecer de forma repentina en 2020.
Las tragedias no se detuvieron ahí. David Servín Raya, baterista fundador, vio su apellido envuelto en un escándalo criminal cuando su hijo —a quien no crió— fue detenido acusado de secuestro y extorsión. Mario lo defendió de forma fría pero clara: “Es mi hijo, pero ya es un hombre y debe hacerse cargo de sus actos”.
Frente a las críticas iniciales que los llamaban “copia barata de los Tigres del Norte”, Los Tucanes respondieron con trabajo incansable: tocando en bodas, cantinas y clubes latinos hasta ganarse un lugar entre los grandes. Hoy, Quintero asegura que el verdadero secreto de su éxito no está en los premios ni en la fama, sino en las mujeres que han estado detrás: esposas, madres y compañeras que sostuvieron el peso de la carretera y la ausencia, sin pedir aplausos.
En sus palabras, “Los grandes amores no hacen ruido, pero sostienen imperios”. Y en el caso de Mario Quintero, esos amores han convivido con pasiones fugaces, amistades rotas y una lealtad inquebrantable a la música.