Lo que conmocionó al público no fue únicamente la gravedad de su enfermedad una cirrosis avanzada, sino la causa que la provocó: el consumo prolongado de alcohol para poder dormir , originado por un problema aparentemente menor: el insomnio crónico.
Durante décadas, ha permanecido deslumbrante bajo los reflectores, como si el tiempo no lo tocara. Pero detrás de los aplausos, la sonrisa radiante y una voz aparentemente inmortal, Raphael había estado ocultando una verdad que, solo ahora a sus 82 años se ha atrevido a revelar.
“El alcohol no era por placer. Lo tomaba para dormir, sobre todo durante las giras, cuando pasaba noches solo en hoteles. Nunca pensé que esas botellitas del minibar me estaban matando”, confesó Raphael.
Incluso admitió que ocultó la verdadera gravedad de su estado a su esposa, la escritora Natalia Figueroa, y siguió actuando hasta el último momento antes de ser hospitalizado.
El trasplante tuvo lugar en 2003, dirigido por el prestigioso cirujano Enrique Moreno. “Entré al quirófano pensando que tal vez no saldría. Pero ocurrió el milagro”, recordó el artista.
Uno de los momentos más conmovedores que rememoró fue abrir los ojos tras la operación y ver a su hijo mayor, Jacobo, quien fue el único autorizado a entrar en la sala de recuperación: “Fue como nacer de nuevo” .
Este episodio, que él mismo define como “el inicio de una nueva vida” , no solo le devolvió la salud, sino que revitalizó su carrera.
Desde entonces, Raphael ha lanzado más de una docena de discos, ofrecido cientos de conciertos y recientemente ha estado promocionando su álbum de estudio número 82: “Victoria” , compuesto por Pablo López.
A sus 82 años, Raphael no solo se resiste a alejarse del foco, sino que sigue llenando teatros y conquistando corazones. “Me iré cuando ya no pueda cantar. Pero ese día, parece que aún está muy lejos”, bromeó durante su presentación en Bogotá el pasado abril.
Su confesión, esperada por muchos pero nunca confirmada hasta ahora, no solo despeja décadas de rumores sobre sus desapariciones temporales, su rostro demacrado en ciertas apariciones sino que también reafirma la fuerza de voluntad, la pasión por el arte y el inquebrantable apoyo familiar que lo han acompañado.
Raphael, el monstruo de la canción , no es solo una voz. Es la prueba viviente de que el arte puede sanar, y de que tras cada tormenta, siempre habrá un escenario esperando ser iluminado una vez más.