Hay tragedias que no terminan en el lugar de los hechos. Se prolongan en el tiempo, se expanden en silencio y
adquieren una dimensión más profunda cuando quienes se quedan encuentran la fuerza para hablar.
En el caso de Mario Pineida, lo que terminó de estremecer a Ecuador no fue solo la muerte violenta de un futbolista reconocido, sino el mensaje íntimo y devastador que su hija, Ashley Pineida, decidió compartir con el mundo.
El 17 de diciembre, en el sector Samanes 4, frente a una carnicería, Mario Pineida perdió la vida en un hecho que sacudió al país.

Para el fútbol ecuatoriano, su nombre no era uno más. Pineida representaba años de entrega y compromiso con Barcelona Sporting Club, institución emblemática conocida por su afición como El Ídolo. Su fallecimiento trascendió rápidamente el ámbito deportivo y se convirtió en un tema de impacto social.
En las primeras horas, la atención mediática se centró en las circunstancias del crimen y en la trayectoria profesional del jugador.
Sin embargo, el relato cambió de tono cuando Ashley Pineida publicó su mensaje en Instagram. A partir de ese momento, la figura pública dio paso al padre, al hombre presente en la vida cotidiana de su hija, al vínculo que existía lejos de los estadios y las cámaras.
Ashley habló de un padre incondicional, siempre disponible, sin importar si ella estaba triste, molesta o feliz. Recordó también las diferencias entre ambos, pequeñas fricciones nacidas de un rasgo compartido, la terquedad, que lejos de separarlos fortalecía una relación marcada por la intensidad emocional.

Incluso en los momentos de alegría, escribió, ambos solían mostrar gestos serios, casi duros, una forma silenciosa de entenderse y reconocerse.
La frase que más impacto generó fue aquella en la que Ashley se negó a aceptar la palabra despedida. Para ella, no se trataba de un adiós definitivo, sino de un hasta luego.
Su deseo de volver a ser hija de Mario Pineida en otra vida conmovió a miles de personas y abrió un debate profundo sobre el duelo, la fe y la manera en que cada familia enfrenta la pérdida. En un entorno acostumbrado a declaraciones grandilocuentes, la sencillez de sus palabras resultó demoledora.
Barcelona Sporting Club respondió con un gesto cargado de simbolismo. La directiva anunció que el dorsal número 2 será retirado a partir de la temporada 2026, en honor a Pineida y a las dos etapas en las que defendió la camiseta amarilla.
En un deporte donde todo parece reemplazable, la decisión envía un mensaje claro sobre la huella que dejó el jugador dentro y fuera del campo.

Para sus compañeros, Mario Pineida fue un profesional disciplinado, discreto y comprometido con el grupo. Para la hinchada, un futbolista constante, de esos que no buscan protagonismo pero siempre cumplen.
Para su familia, como lo dejó claro Ashley, fue el pilar emocional y económico, el sostén silencioso que daba estabilidad y seguridad. Su ausencia, por lo tanto, no se mide solo en estadísticas o títulos, sino en el vacío que deja en casa.
El mensaje de Ashley Pineida transformó una noticia trágica en una reflexión colectiva. Detrás de cada nombre en una alineación, detrás de cada dorsal, existe una historia humana marcada por lazos irremplazables.
Cuando se apagan las luces del estadio, lo que permanece no son los trofeos, sino los recuerdos, las palabras no dichas y el dolor profundo de quienes continúan viviendo con la ausencia.