El clima político en Michoacán, ya marcado por el impacto del asesinato de Carlos Manzo,’
volvió a estremecerse cuando el senador Gerardo Fernández Noroña lanzó declaraciones que no solo sorprendieron, sino que también dividieron a la opinión pública.
En un momento en el que la exigencia de justicia sigue viva y el duelo aún no se disipa, sus señalamientos contra la alcaldesa de Uruapan, Grecia Quiroz, viuda de Manzo, han reavivado un debate intenso sobre ambiciones, poder y estrategias ocultas en el escenario político del estado.
¿Qué llevó a que una mujer que busca justicia por la muerte de su esposo fuese señalada con términos tan duros?

Según Noroña, la “ambición política” habría despertado en Quiroz y su objetivo inmediato sería la gubernatura de Michoacán.
Para él, esto queda demostrado en las declaraciones recientes de la alcaldesa, en las que mencionó a Leonel Godoy y Raúl Morón, sugiriendo que se les debería investigar para no descartar un posible móvil político en el asesinato de su esposo.
Noroña calificó estas palabras como “una declaración meramente política” y aseguró que, si realmente tuviera pruebas, debería acudir directamente a la fiscalía en lugar de hacer pronunciamientos públicos.
Pero el senador fue más allá. En un discurso considerado agresivo y altamente polémico, acusó a Quiroz de adoptar una “postura de extrema derecha fascista”.

Sostuvo que este sector necesita “figuras con respaldo social” para avanzar en su agenda y que, incluso siendo víctima, Quiroz podría estar siendo utilizada con fines políticos.
Al mismo tiempo, aseguró que su movimiento, Morena, mantendrá el control de Michoacán y de la mayoría de los gobiernos que estarán en disputa para 2027.
Las reacciones no tardaron en llegar y no todas fueron complacientes. Durante la sesión en el Senado, la presidenta Laura Itsel Castillo evitó comentar directamente sobre los dichos de Noroña, pero dejó claro que cada legislador es responsable de sus propias opiniones.
Aprovechó además para subrayar la necesidad de centrarse en las labores legislativas, especialmente en el marco del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

Su postura cautelosa dejó entrever que incluso dentro de Morena, las palabras de Noroña no cuentan con un respaldo absoluto.
En contraste, la respuesta de Carlos Alejandro Bautista fue contundente. Diputado local, aliado cercano de Manzo y líder de las movilizaciones por justicia, Bautista criticó ferozmente a Noroña, acusándolo de querer “seguir respirando políticamente” a costa del dolor ajeno.
Con tono firme, afirmó que Quiroz no busca poder, sino que enfrenta la dura realidad de haber perdido “al amor de su vida”.
Incluso desafió a Noroña a reunirse cara a cara en Uruapan para debatir sus declaraciones y recalcó que su movimiento “no es de derecha, sino del pueblo”.

En este contexto, la figura de Grecia Quiroz continúa generando interpretaciones encontradas. Para muchos habitantes de Michoacán, ella representa fortaleza y dignidad en medio de la tragedia.
Para otros, incluidos sus detractores, es un elemento central dentro de un tablero político cada vez más complejo.
La gran interrogante es si las acusaciones de Noroña son una advertencia genuina sobre radicalización o simplemente una estrategia para frenar a una figura que ha ganado simpatía pública tras la tragedia.
El episodio deja al descubierto las fracturas internas de la política mexicana, donde el dolor personal, las pugnas de poder y los intereses partidistas se entremezclan de manera explosiva.
Y mientras la justicia para Carlos Manzo sigue pendiente, cada palabra dirigida a su viuda parece profundizar la desconfianza social.

La opinión pública permanece atenta a los próximos capítulos de esta historia, porque detrás de acusaciones y confrontaciones se esconde una cuestión mucho más profunda:
¿quién está diciendo la verdad y quién está aprovechando una tragedia para fortalecer su posición política? Es una respuesta que Michoacán, por ahora, todavía no tiene.