Lo que debía ser una manifestación juvenil masiva terminó convirtiéndose en un episodio que sacudió todo México.
Lo sorprendente no fue la escasa participación, sino las consecuencias políticas que surgieron después: la humillante derrota de la oposición, los actos de violencia protagonizados por un grupo de jóvenes manipulados, la postura más firme que jamás haya mostrado la presidenta Claudia Sheinbaum y la inesperada presencia de medios ultraconservadores mexicanos dentro de la Casa Blanca.
Todo esto se entrelaza, revelando un escenario político cada vez más tenso en el que la sombra de Washington y las amenazas de Donald Trump vuelven a cernirse sobre la soberanía mexicana.
La marcha de la llamada “Generación Z” fue anunciada como la gran irrupción de la juventud inconforme, pero rápidamente se convirtió en un fracaso innegable.

El 20 de noviembre, partiendo desde el Ángel de la Independencia, apenas unas 150 personas se congregaron, mientras la policía de la Ciudad de México desplegó una presencia dos o tres veces mayor.
Entre los pocos manifestantes destacó Alesandra Rojo de la Vega, acompañada por un grupo señalado como acarreados, personas movilizadas artificialmente para inflar números.
El verdadero coordinador de la marcha, según múltiples fuentes, fue Pablo Ortiz Padilla, figura vinculada al Frente Amplio por México y al sector priista.
Molestos tras ser bloqueados por la policía para evitar disturbios con quienes celebraban el desfile de la Revolución en el Zócalo, los manifestantes cruzaron la línea de la civilidad.
Una vez abierto el acceso, avanzaron con actitud agresiva:
– Intentaron agredir a una mujer simpatizante de la 4T.
– Se enfrentaron a la policía, resultando en varios detenidos.
– Uno de los participantes llegó a gritar “SOS Estados Unidos”, un llamado directo a la intervención extranjera.

Estas escenas desataron indignación nacional y revelaron un patrón que va más allá de una simple protesta fallida.
En ese contexto, el discurso de Claudia Sheinbaum en el Zócalo adquirió una relevancia decisiva. Más que un mensaje conmemorativo, fue una respuesta directa a la escalada política.
La presidenta denunció un plan de la oposición basado en la manipulación internacional: alianzas con medios extranjeros, estrategias de desinformación y llamados peligrosos que comprometen la soberanía mexicana.
Sheinbaum subrayó que México no permitirá retrocesos históricos y calificó de “error moral, jurídico e histórico” cualquier intento de invitar a una potencia extranjera a intervenir en asuntos internos.

Recalcó que la fuerza de la Cuarta Transformación proviene de la honestidad, los resultados y el vínculo directo con el pueblo, no de campañas mediáticas externas ni alianzas oscuras.
El componente que elevó la tensión llegó desde Washington. De manera insólita, un grupo de comunicadores ultraderechistas mexicanos —conocidos en México como chayoteros— fue recibido en la Casa Blanca.
Durante la conferencia de prensa de la vocera Carol Levit, el periodista Javier, dueño de la plataforma La Derecha Diario (UHN Plus), recién instalada en México hace apenas mes y medio, lanzó preguntas que repetían casi palabra por palabra las narrativas de la oposición mexicana:
– Que “el pueblo se está levantando contra Sheinbaum”.
– Que la presidenta “ataca a periodistas”.
– Que el gobierno “persigue a Ricardo Salinas Pliego”.

Estas acusaciones, formuladas en el corazón político de Estados Unidos, levantaron sospechas sobre una posible coordinación transnacional para debilitar a la administración mexicana.
La respuesta de Carol Levit agravó aún más el clima: reconoció que México ha logrado “avances históricos” contra los cárteles, pero confirmó que el presidente de Estados Unidos evalúa medidas adicionales, alineadas con propuestas impulsadas por Donald Trump, quien durante años ha defendido acciones directas —incluidos ataques militares— en territorio mexicano para combatir a los cárteles.
Si se analizan los hechos de manera aislada, todo podría parecer casual. Pero al observar el panorama completo, emerge una estrategia más amplia:
– Una marcha fallida impulsada por actores opositores.
– Un grupo de jóvenes provocando violencia en pleno Zócalo.
– Una advertencia presidencial contra la injerencia extranjera.
– Medios mexicanos ultraconservadores posicionándose en Washington.
– Y Estados Unidos insinuando medidas cada vez más agresivas.

Para analistas políticos, todo esto apunta a una operación destinada a generar presión internacional contra el gobierno mexicano y moldear la narrativa pública tanto en México como en Estados Unidos.
En medio de esta trama, la figura de Trump —con su retórica militarista— vuelve a aparecer como un actor determinante en el futuro inmediato de la relación bilateral.
La pregunta ahora no es quién convocó aquella pequeña marcha de 150 personas, sino:
¿Quién intenta convertir a México en un tablero de disputa geopolítica? ¿Con quién está colaborando la oposición? ¿Y qué tan cerca está Estados Unidos de intervenir directamente en territorio mexicano bajo el pretexto de la seguridad?
Los acontecimientos recientes son solo el primer capítulo. Lo que ocurra en los próximos meses definirá si México logra preservar su soberanía política o si se verá envuelto en la mayor crisis de injerencia extranjera desde la Guerra Fría.