Atentos familia, porque lo de anoche en “Bailando con las Estrellas” fue de traca.
Y no, no estamos hablando de un mal paso, ni de un resbalón, ni de un vestuario incómodo.
Estamos hablando de otra noche en la que Anabel Pantoja volvió a encender el plató con esas caras, ese tono cruzado y ese enfado que ya empieza a ser marca personal.
Mira que yo intento ser cercano con ella.

Como sabéis, aquí en el canal siempre intentamos entender a los concursantes, pero lo de ayer fue demasiado y por eso os lo traigo hoy, familia, para comentarlo juntos con claridad, cercanía y sin filtros, porque si esto sigue así, las chispas van a ser incendio.
El programa arrancó con normalidad, pero desde el primer comentario del jurado ya se vio que Anabel venía cargada.
Pelayo le soltó que el baile era divertido, sí, pero que había sido poco arriesgado, cómodo, y que ya estaban cansados de ver siempre lo mismo en ella.
Y ahí, familia, la cara de Anabel cambió por completo.
Esa sonrisa forzada, los ojos entrecerrados, el asentir mientras claramente estaba pensando.

Y este qué dice ahora, lo típico, lo que ya conocemos.
Cuando Pelayo le remata diciendo que fue irresponsable por parte de su bailarín dejarla hacer lo que quisiera, ahí ya Anabel explota por dentro.
No levanta la voz, pero sí cambia el gesto, endurece el tono y suelta ese, “Os pido disculpas, pero yo he venido a pasármelo bien”, con ese aire de no me digáis cómo tengo que bailar.
Si lo que pasó con Pelayo ya parecía suficiente, lo que vino después fue aún más evidente, porque no solo el jurado estaba incómodo con la actitud de Anabel, los propios compañeros empezaron a mirarla de reojo.
Aquí entra en escena Jessica Bueno, porque Anabel no se tomó nada bien la actuación de la modelo.

Nada bien.
Y no hace falta que lo dijeran en voz alta.
Se vio en la postura, en los gestos, en cómo retiraba la mirada cuando Jessica y su bailarín recibían los halagos del jurado.
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Jessica bailó bien, muy bien, y eso molestó.
La puntuación fue alta.

Inmaculada Casal resaltó la elegancia y la limpieza del baile y entonces enfocan a Anabel.
Y ahí, familia, aparece otra de esas caras marca Pantoja: labios apretados, cejas tensas, mirada clavada en el suelo, como si las tablas del plató tuvieran la culpa.
El bailarín de Anabel intentó tirar de humor, pero se notaba la fricción.
Ella seguía rígida, incómoda, molesta, porque sabía que el contraste entre su baile y el de Jessica estaba siendo un puñal.
Y cuando Pelayo dijo que bailar es disfrutar, no justificar, Anabel frunció el gesto de nuevo.

Después, cuando preguntaron a los concursantes qué les había parecido el baile de Jessica, muchos aplaudieron.
Pero Anabel ofreció una respuesta tan fría, tan cortante, que el silencio se notó más que sus palabras.
Esa es la Anabel que vimos ayer, la que no sabe encajar cuando otros brillan más que ella.
Lo más fuerte llegó cuando tocó la valoración final del jurado y ahí sí que la cosa se puso tensa, pero tensa de verdad, familia.
Pelayo fue claro: “Anabel, no te arriesgas, no avanzas, das la sensación de que vienes a pasártelo bien y ya está. Que podrías haber hecho un baile muchísimo más espectacular.”
O sea, yo ya estoy acostumbrado a verte hacer esos bailes en tus redes sociales.
Siento que no habéis arriesgado nada.
Me ha parecido incluso un poco irresponsable por parte de Álvaro dejarte hacer lo que tú quieras.
“Os pido disculpas, pero ya, pero sabes lo que pasa, yo no entiendo que te lo quieras pasar bien, pero hay tanta gente que te está salvando que incluso, aunque solo sea por ellos, deberías de arriesgar un poco más por ellos.”
Y madre mía, la cara de Anabel.

Era como si cada palabra le diera en el pecho.
Se cruzó de brazos, apretó los labios y soltó: “Bueno, lo siento si no os gusta, pero yo bailo como siento.”
Ese tono no gustó nada en el plató.
Inmaculada intentó hacer una valoración más técnica, explicando que la coreografía había estado flojita y que había faltado conexión real.
Pero Anabel, en vez de escuchar, interrumpió para justificarse, algo que ya empieza a ser habitual.

“Claro, es que yo no soy profesional,” dijo.
Y Pelayo le respondió: “Nadie aquí es profesional, pero todos están intentando crecer.”
Y ahí Anabel se removió en el sitio, miró a su bailarín como pidiéndole respaldo y soltó un: “Bueno, pues nada, ¿qué le vamos a hacer?”
Esa actitud crispó tanto al jurado como al propio público presente, porque familia, una cosa es tener carácter y otra muy distinta es no aceptar ni una crítica.
Ya no era una concursante corrigiendo su baile.

Era una persona a la defensiva, sin la menor intención de mejorar.
Y lo peor, esa tensión se contagió a su pareja de baile, que terminó entrando en el mismo rollo de confrontación.
El ambiente estaba tan cargado que parecía que iba a caer un relámpago en mitad del plató.
Después de esa tensión, tocó escuchar la réplica de los demás compañeros.
Y aquí, familia, se vio clarísimo quién sabe encajar y quién no, porque mientras otros concursantes, aún con notas bajas, aceptaron críticas con humildad, Anabel seguía con ese gesto torcido, como si el mundo entero estuviera en su contra.

Cuando tocó hablar de la convivencia, de cómo estaban llevando los ensayos, muchos comentaron lo duro que había sido preparar sus bailes, pero Anabel saltó diciendo: “Es que a mí no me tratan igual.”
Y claro, el plató se quedó muerto.
Pelayo no dejó pasar el comentario.
“Aquí se juzga lo que se ve en la pista,” respondió firme.
“No estamos para hacer excepciones.”

Y ella reaccionó con un: “No pasa nada, yo ya sé cómo funciona esto,” dejando caer esa típica insinuación de favoritismos.
Acto seguido, el programa mostró imágenes del backstage y ahí se confirmó lo que ya todos estábamos viendo.
Anabel estaba molesta no solo con el jurado, sino incluso con algunos concursantes, especialmente con Jessica Bueno, a quien evitó en más de una ocasión, mientras el resto la felicitaba por su baile.
La tensión era tal que ni su propio bailarín conseguía animarla.
La atmósfera se había enrarecido tanto que el presentador tuvo que intervenir para cortar el mal rollo, intentando que Anabel dejara de replicar cada frase del jurado, pero ella seguía dura, terca, clavada en esa actitud de “Me estáis juzgando mal.”
Y familia, si algo quedó claro, es que nadie estaba contra ella, simplemente estaba recibiendo lo mismo que reciben todos.
La diferencia está en cómo se lo toma cada uno y ayer Anabel no lo llevó nada bien.
Para cerrar el programa vino lo inevitable, la última valoración.
Y ahí es donde Anabel tuvo la oportunidad perfecta para calmar la situación, agradecer las críticas y demostrar madurez.
Pero no fue así, ¿no? Ayer, cuando el presentador le preguntó cómo se sentía, respondió con una mezcla de orgullo, herido y sarcasmo: “Pues nada, aquí estamos. A ver si algún día se me valora lo que hago.”

Ese tono, ese subtexto fue gasolina sobre el fuego.
Inmaculada, intentando suavizar, dijo: “Anabel, te valoramos. Solo queremos verte crecer.”
Pero Anabel volvió a tensarse: “Yo crezco a mi ritmo y si no os gusta, lo siento.”
La cara del jurado lo decía todo, cansancio.
No podían decirle nada sin que ella lo interpretara como ataque personal.

El momento más incómodo llegó cuando le pidieron que comentara cómo había vivido la actuación de sus compañeros.
Todos habían hablado con respeto, incluso con admiración por Jessica Bueno, pero Anabel, con esa mirada que ya anticipa tormenta, simplemente dijo: “Yo me centro en lo mío.”
Fría, seca, distante.
Ese fue el mensaje.
Y ojo, familia, aquí es donde viene lo más fuerte.

Su bailarín intentó quitar hierro al asunto haciendo una broma sobre la responsabilidad de la coreografía.
Pero Anabel, lejos de relajarse, replicó otra vez que cada uno baila como puede y que ella no va a hacer algo solo para complacer al jurado.
Eso terminó de romper el ambiente.
El programa cerró con aplausos tensos y miradas cruzadas.

Y lo que está claro es que la actitud de Anabel volvió a eclipsar su baile.
No fueron los pasos, no fue la música, fue ella.
Si algo dejó esta gala es una pregunta abierta: ¿Hasta cuándo el jurado va a aguantar estas malas caras?
Porque familia, ayer quedó clarísimo que las chispas no solo están saltando, están a punto de convertirse en incendio.