El plató de “Vamos a ver” se convirtió en escenario de un momento incómodo y revelador cuando Patricia Pardo, con una calma cortante, decidió expresar en voz alta lo que muchos pensaban en silencio: Alejandra Rubio no solo está desubicada, sino que transmite un mal humor constante cada vez que aparece en pantalla.
El conflicto comenzó días atrás con una polémica salida de Alejandra durante una entrevista con su madre, Terelu, que dejó a todos sorprendidos y desencadenó la frase lapidaria: “A ver si te ubicas”.
Este jueves, Alejandra quiso defenderse en directo, visiblemente afectada, asegurando que estaba “jodida” y que lo que se dijo de ella fue injusto.
Intentó justificar su comportamiento explicando que la organización del acto le pidió retirarse tras aparecer brevemente con su madre, y que simplemente obedeció.
arrow_forward_ios
Read more
00:00
00:02
01:31
Sin embargo, su discurso, más enfocado en victimizarse que en aclarar, no convenció ni a Patricia Pardo, quien la escuchaba con gesto serio y mirada fija.
Entonces llegó la frase que se volvió viral: “Es que yo quiero que te ubiques, que te sientas bien y que no estés siempre con cara de mala leche”.
Patricia añadió con ironía que Alejandra parecía sentir el micrófono como si fuera una pistola, una sentencia que sonó como una estocada definitiva.
No se trataba solo de un incidente puntual, sino de una actitud que, según comentan dentro y fuera del plató, empieza a cansar a sus compañeros.
Esa mezcla de enfado permanente, distancia y desinterés convierte cada intervención de Alejandra en un campo minado para el equipo.
Alejandra, por su parte, defendió su postura apelando a lo emocional: explicó que no tiene cara de mala leche, sino que los temas que se tratan le afectan porque forman parte de su vida.
Advirtió que no puede fingir una sonrisa ante cosas que le duelen y que es auténtica en su expresión.
Sin embargo, no pudo evitar que su argumento reforzara la imagen de una colaboradora incapaz de separar lo personal de lo profesional, atrapada entre su apellido y la presión mediática.
Su tono dolido contrastaba con la serenidad de Patricia Pardo, quien intentaba reconducir la situación apelando al trabajo en equipo y recordándole que desde el primer día le tendió la mano.
En medio del debate, Adriana Doronsoro intervino para defender a la reportera Nuria Chavera, aludida por Alejandra en su versión de los hechos, aclarando que fue un malentendido y que Nuria no tenía culpa alguna.
A pesar de ello, la tensión era palpable y el ambiente se había vuelto incómodo.
El choque terminó con un intento de reconciliación por parte de Patricia, quien propuso hacer las paces con más tiempo y hasta una comida conjunta.
Pero la escena ya había dejado una huella profunda: Patricia salió reforzada, firme y profesional, mientras Alejandra quedó más cuestionada que nunca.
Más allá del rifirrafe, lo que se vio fue un choque entre una presentadora que defiende la disciplina y una colaboradora que confunde naturalidad con desgana.
Aunque Alejandra insiste en remar a favor de obra, su gesto y esa “cara de mala leche” que Patricia verbalizó se han convertido en su peor tarjeta de presentación.
Queda la incógnita de si alguien se atreverá a decirle lo mismo a su madre, Terelu, en un futuro próximo.
Este episodio no solo es un enfrentamiento televisivo, sino un reflejo de las dificultades que enfrentan quienes viven bajo el escrutinio público y las expectativas familiares.
La audiencia sigue dividida entre quienes apoyan la sinceridad de Alejandra y quienes creen que debe aprender a manejar mejor su imagen y actitud.
Mientras tanto, el culebrón familiar y televisivo continúa, dejando claro que en el mundo del espectáculo, las tensiones personales suelen ser el mejor combustible para el drama.