No todos pueden convertirse en un ícono en un país donde la belleza es una religión, y mucho menos sobrevivir al filo que separa el glamour del crimen.
Pero Miguel Ángel de la Mora, conocido por todos como Mickey Hair, lo hizo… hasta que pagó el precio. Construyó su fama con unas tijeras en la mano y la perdió por las balas de alguien más.
Su ejecución, en pleno corazón de Polanco, frente al lujoso salón que él mismo levantó, reveló lo que muchos en la élite mexicana prefieren callar: que detrás del brillo y las luces, hay sombras que matan a quien se atreve a verlas.

Durante años, Mickey Hair fue más que un peluquero: era el artista detrás de los rostros más conocidos del entretenimiento mexicano.
Kenia Os, Ángela Aguilar, Natasha Dupeirón, Priscila Escoto, Regina Peredo… todas pasaron por sus manos. A los 28 años, ya no era un estilista, sino una marca.
Su salón en la avenida Presidente Mazarik, con pisos de mármol italiano, bar privado y cabinas exclusivas, se convirtió en el templo de la belleza para los ricos y famosos.
Pero la noche del 29 de septiembre de 2025, todo se detuvo en cuestión de segundos. Minutos antes de la medianoche, una motocicleta se detuvo frente a su salón.

Un hombre bajó, apuntó y disparó a quemarropa. Tres balas, siete segundos, una vida. Miguel cayó sobre los escalones que simbolizaban su éxito.
No hubo robo, ni advertencias, ni palabras: solo el eco de los disparos en la zona más lujosa de Ciudad de México.
La policía llegó rápido, encontró casquillos y revisó las cámaras. Pero, como en tantos crímenes en México, el asesino desapareció.
Las autoridades solo confirmaron lo que todos temían: “Fue un ataque directo”. Y esa frase —seca, precisa, calculada— encendió el miedo. Porque un ataque directo no es un accidente: es un mensaje.
Las teorías no tardaron en estallar. Algunos aseguraban que Mickey fue asesinado por saber demasiado.

En su ropa, la policía encontró un recibo de transferencia de casi 2 millones de pesos, además de objetos de lujo: un bolso Hermès, una cartera Cartier, un reloj de diseñador. Detalles que desataron la pregunta inevitable: ¿de dónde salía tanto dinero?
Poco después, el nombre de Diana Esparragosa comenzó a circular en los medios. Influencer, figura pública y sobrina de Juan José Esparragosa Moreno, “El Azul”, uno de los fundadores del Cártel de Sinaloa.
Mickey y Diana mantenían una amistad cercana: viajes, cenas, eventos, fotografías que hoy parecen advertencias.
En un país donde la línea entre el lujo y el narco es delgada, estar cerca de la familia de “El Azul” era, para muchos, una sentencia de muerte.

“El Azul” fue un policía convertido en arquitecto del narcotráfico moderno. A pesar de los rumores de su muerte, el gobierno de Estados Unidos sigue ofreciendo 5 millones de dólares por información que lleve a su captura. Si sigue vivo, su nombre aún pesa.
Y si Mickey realmente formaba parte del círculo íntimo de su sobrina, su asesinato podría haber sido un “mensaje” de los rivales: CJNG, La Unión Tepito, Los Rodolfos… todos disputan el control del dinero y el miedo en la capital mexicana.
Pero el caso no se agota ahí. En los archivos judiciales consta que, en septiembre de 2024, Mickey denunció a un hombre llamado Eduardo N. por fraude y amenazas.
Las autoridades le concedieron una orden de restricción. Un año después, el joven estilista fue ejecutado. Eduardo N. es el único sospechoso oficialmente identificado, aunque quienes conocían a Miguel aseguran que “solo fue una pieza más en un juego más grande”.

Otra versión apunta al “cobro de piso”, el sistema de extorsión que las mafias imponen a los empresarios en zonas de alto valor.
Varios salones de belleza en Polanco admitieron haber recibido amenazas. Tal vez Mickey se negó. Tal vez quiso resistirse. Y en México, negarse a un cártel es firmar la propia sentencia.
A casi un año de su muerte, el caso sigue sin resolverse. Nadie ha sido arrestado, no hay conferencias, ni respuestas. Solo silencio.
Un silencio pesado, espeso, que cubre al mundo del espectáculo y a quienes alguna vez se sentaron en su silla de peinado. Las celebridades que lo amaban —de Kenia Os a Ángela Aguilar— solo escribieron un “Descansa en paz” en redes sociales… y desaparecieron del tema.

Pero la gente no olvida. Porque todos saben que en un país donde la belleza se compra, la verdad se paga demasiado cara.
Y la gran pregunta sigue flotando en el aire:
¿Murió Mickey Hair por los pecados de otros… o por atreverse a saber lo que México no quiere recordar?