En el barrio más exclusivo de la Ciudad de México, donde las vitrinas de Gucci y Louis Vuitton se mezclan con los destellos de los restaurantes Michelin, un crimen silencioso sacudió al mundo de la belleza y el espectáculo.
La víctima no fue un empresario ni un político, sino Miguel Ángel de la Mora, conocido por todos como Mickey Hair,
el joven estilista que convirtió unas tijeras en símbolo de poder y estatus.
Cayó abatido a balazos frente a su propio salón en Polanco, poniendo fin a una vida de apenas 28 años marcada por el éxito, la ambición y las sombras.

Nacido en 1997 en Zapopan, Jalisco, Mickey fue hijo único de una familia de clase media. Desde niño mostraba una diferencia que muchos no entendían.
Mientras sus amigos jugaban al fútbol, él pasaba horas frente al espejo, cortando el cabello de muñecas viejas y hojeando revistas de moda.
Su madre recuerda una frase que solía repetir: “Algún día la gente pagará solo por sentarse en mi silla”. Años después, aquella profecía se cumpliría, aunque a un precio más alto del que jamás imaginó.
A los 16 años, Mickey empezó en pequeños salones de Guadalajara, barriendo el piso y lavando cabezas.
Entre el ruido de los secadores y el olor de los tintes, comprendió una verdad fundamental: en la industria de la belleza, la gente no paga por un corte, paga por una experiencia.

Con esa idea grabada en la mente, decidió que su camino no sería simplemente peinar, sino transformar.
A los 20 años, se mudó a la Ciudad de México con poco dinero, pero con una ambición inmensa. Trabajó en los salones más caros de Polanco, atendiendo a una clientela que medía el valor de una persona por su apariencia.
Aprendió de todo: desde el lenguaje corporal hasta la importancia del silencio. Allí entendió que el lujo no es solo servicio, sino también actitud. Cada cliente debía sentirse reina, cada cita debía parecer un ritual. Esa visión lo catapultó a la fama.
En 2021, con apenas 24 años, inauguró su primer salón bajo la marca Mickey Her en Guadalajara y, poco después, el segundo en Polanco, el epicentro del glamour mexicano.

Su concepto era simple: exclusividad absoluta. Un solo corte podía superar los 100,000 pesos, y entre sus clientas figuraban Ángela Aguilar, Kenia Os y María Fernanda Beltrán, representante de México en Miss Universe 2024.
Las redes sociales lo convirtieron en un fenómeno: autos de lujo, fiestas, moda, y un estilo de vida que respiraba éxito. Mickey vivía, literalmente, para que el mundo lo viera triunfar.
Pero detrás del brillo, se escondía un infierno. El sector de la belleza de lujo en México es un campo minado de competencia feroz, celos y dinero.
Algunos colegas lo acusaban de comprar fama mediante influencers, y comenzaron a circular rumores sobre clientes que habrían pagado servicios que nunca se realizaron. Mantener su imagen de “estilista de la élite” exigía gastos descomunales, y su vida —siempre pública— empezó a tornarse vulnerable.
La tormenta estalló con un nombre: Eduardo Ederlyy, influencer y antiguo amigo cercano de Mickey. Su relación comenzó con glamour, colaboraciones y cenas en Polanco, pero terminó en conflicto y amenazas.

Mickey denunció a Eduardo por un trabajo de remodelación del salón que nunca se completó, mientras Eduardo lo acusaba de deberle millones de pesos.
Los mensajes entre ambos se volvieron violentos: “Si no me pagas, quemo tu salón”, escribió Eduardo, según la denuncia presentada por Mickey ante la Fiscalía de la CDMX.
En junio de 2025, Mickey solicitó una orden de restricción contra Eduardo por acoso y amenazas. El caso fue archivado “por falta de pruebas”.
Sus amigos aseguran que, semanas antes del crimen, Mickey les confesó sentirse vigilado. “Siento que me siguen”, decía. Sin embargo, continuaba publicando fotos sonrientes, fingiendo que todo estaba bajo control.

La noche del 29 de septiembre de 2025, las cámaras de seguridad de Polanco captaron sus últimos momentos. A las 11 de la noche, después de cerrar el salón, conversaba con dos empleados cuando una motocicleta se detuvo frente al local.
Un hombre descendió, se acercó sin titubear y disparó. Cinco balas impactaron el cuerpo de Mickey, una de ellas en la cabeza. Ninguno de los agresores robó nada. No hubo forcejeo, ni palabras. Solo ejecución.
El crimen estremeció a la comunidad artística. Ángela Aguilar escribió en redes: “No puedo creerlo. Él me hizo sentir hermosa cuando más lo necesitaba”.
Mientras tanto, los rumores se multiplicaban: deudas, celos, venganzas, negocios turbios. La fiscalía investiga tres líneas principales: conflicto sentimental, disputa financiera y posible vínculo con el crimen organizado.

Eduardo Ederlyy se presentó voluntariamente ante las autoridades, negando cualquier implicación. Se declaró “un hombre honesto, víctima de la difamación”.
Sin embargo, fuentes cercanas al Ministerio Público afirmaron que su nombre figura en carpetas relacionadas con grupos criminales que lavan dinero a través de salones de belleza y clínicas estéticas.
Hoy, el caso sigue abierto. Polanco, tras el ruido de los disparos, recuperó su fachada de lujo, pero algo cambió. En la acera donde cayó Mickey, la gente deja flores y velas. Algunos lo recuerdan como un artista, otros como un hombre que voló demasiado cerca del sol.
Mickey Hair, el joven de Zapopan que soñó con embellecer al mundo, terminó convirtiéndose en el reflejo más trágico de ese mismo sueño. En el universo donde la apariencia lo es todo, su historia es una advertencia: en el mundo del lujo, la belleza también puede matar.