La noche del 29 de septiembre de 2025, Polanco —uno de los barrios más exclusivos de la Ciudad de México— brillaba con su habitual lujo y seguridad.
Nadie podía imaginar que, en cuestión de minutos, tres balas frías pondrían fin a la vida de uno de los estilistas más reconocidos del país.
La víctima era Miguel Ángel del Amor al Larios, conocido en el mundo artístico como Micky Hair, “el estilista de las estrellas”.
Según testigos presenciales, Micky acababa de despedir a una clienta famosa y se dirigía hacia su coche, estacionado frente a su salón en la calle Moliere. Una motocicleta negra se acercó; dos hombres con cascos cerrados descendieron.

El que iba atrás sacó un arma y disparó entre tres y cinco veces con precisión mortal, impactando en el pecho y la cabeza del estilista. Micky cayó al suelo sin poder pronunciar palabra. Todo ocurrió en menos de diez segundos.
Los gritos retumbaron en la noche de Polanco. La gente corrió, los autos frenaron, y en minutos la policía acordonó la zona. Pero los sicarios ya habían desaparecido. Lo que quedó fue una escena de horror: sangre en la entrada del salón y una ciudad entera conmocionada.
Al principio se pensó en un robo, pero horas más tarde, Omar García Harfuch, exsecretario de Seguridad Ciudadana, confirmó ante los medios que se trató de “un ataque directo, una ejecución planificada”. Sus palabras desataron una tormenta mediática y una avalancha de sospechas sobre los nexos entre la belleza, la fama y el crimen organizado.

Micky Hair no era un desconocido. Había trabajado con figuras como Ángela Aguilar, Kenia Os y Belinda, entre muchas otras.
Nacido en Jalisco, con talento innato y una visión moderna del estilo, se abrió camino desde abajo hasta convertirse en uno de los más solicitados de Polanco. Pero su ascenso meteórico vino acompañado de rencores, rivalidades y contactos peligrosos en el entorno del espectáculo.
La parte más perturbadora del caso surgió cuando se reveló que, en 2024, Micky había presentado una denuncia formal por amenazas, acoso y fraude. En ella señaló directamente a un hombre llamado Eduardo Este González Martínez, a quien describió como “obsesivo, violento y conectado con grupos criminales”.

Micky afirmó haber recibido llamadas anónimas, mensajes intimidantes y fotografías tomadas en secreto. Sin embargo, la denuncia nunca fue investigada a fondo. El expediente fue archivado, y las advertencias de Micky se perdieron en la indiferencia burocrática.
Sus colegas cuentan que en las semanas previas al asesinato, Micky vivía con miedo. Cambió de auto, alteró sus horarios y pidió a su personal no revelar su ubicación.
Un amigo cercano recuerda sus palabras: “Sé que alguien quiere que desaparezca, pero no puedo abandonar todo lo que construí.” Aquella mañana, publicó en sus redes: “Hoy será un día muy pesado.” Nadie imaginó que sería su última publicación.

Tras la confirmación de Harfuch de que se trató de una ejecución del crimen organizado, varias teorías empezaron a circular. La más impactante fue la de su presunta relación sentimental con la sobrina de ‘El Azul’, uno de los capos históricos del narcotráfico mexicano.
Fuentes policiales indican que este vínculo no pasó desapercibido para los grupos rivales y pudo convertir a Micky en una pieza de una guerra secreta entre cárteles.
Otra hipótesis apunta a un posible lavado de dinero disfrazado de inversiones en salones de belleza, moda y turismo de lujo. Micky habría sido utilizado como intermediario involuntario y, quizás, descubrió algo que no debía saber. “Probablemente vio algo que no debía ver”, afirmó una fuente cercana a la investigación.

El asesinato provocó una ola de indignación nacional. Miles de personas llenaron las redes con mensajes de dolor. Figuras del espectáculo se pronunciaron públicamente. Ángela Aguilar escribió: “No solo perdí a mi estilista, perdí a un amigo que entendía mi alma a través de mi cabello.” Su mensaje se volvió símbolo del luto colectivo.
Las autoridades, bajo la dirección de Harfuch, formaron un equipo especial para revisar cámaras de seguridad, rastrear la motocicleta y reabrir la denuncia olvidada de 2024. Sin embargo, los avances fueron mínimos: las placas eran falsas, las grabaciones fueron manipuladas y los testigos guardaron silencio. Hasta la fecha, no hay ningún detenido.
Harfuch calificó el caso como “un crimen ejecutado con precisión militar, en una de las zonas más seguras del país”, y prometió que “la verdad saldrá a la luz, sin importar quién esté detrás.” Pero más de un año después, la verdad sigue envuelta en sombras.

La muerte de Micky Hair no es solo una tragedia del mundo del espectáculo. Es un reflejo de la delgada línea entre el glamour y el peligro, entre la belleza y la corrupción, entre la fama y el miedo. Polanco ya no representa solo el lujo, sino también la fragilidad de una sociedad donde el silencio puede ser cómplice de la muerte.
Y mientras las luces siguen brillando sobre los escaparates de Moliere, una pregunta persiste en el aire:
¿Quién ordenó la muerte de Micky Hair… y por qué?