Septiembre 2025 ha dejado una estela de preocupación y alarma en los pasillos de Telecinco.
La cadena, históricamente una de las grandes favoritas del público español, ha firmado el peor inicio de temporada en muchos años, con cifras de audiencia que rozan el desastre y una imagen que se resiente gravemente.
El panorama televisivo español se encuentra fragmentado desde hace tiempo, con un público cada vez más disperso entre plataformas digitales y cadenas alternativas.
Sin embargo, el caso de Telecinco es especialmente llamativo por su caída abrupta y constante.
Mientras Antena 3 mantiene un liderazgo sólido y TVE sorprende con su mejor septiembre desde 2011, Telecinco se hunde en una crisis multifacética.
Los datos no mienten: la mayoría de los programas de Telecinco no alcanzan ni el millón de espectadores, una cifra que hace años parecía impensable para la cadena.
El problema parece ir más allá de la simple competencia; es una crisis de marca, de contenido y de estrategia.
En las mañanas, por ejemplo, el programa de Ana Rosa Quintana, que durante años fue un bastión para Telecinco, ha perdido fuerza frente a rivales como Susanna Griso en Antena 3 o incluso la oferta política de TVE.
La saturación de política en la programación –que llega a ocupar hasta un 25% de la parrilla en las principales cadenas– parece estar agotando a la audiencia, y Telecinco no ha sabido adaptarse.
Por otro lado, Antena 3 ha consolidado su dominio en franjas clave con formatos variados y bien asentados como “La ruleta de la suerte” o las ficciones que preceden a sus programas de tarde, mientras que TVE se beneficia de una programación que, aunque muy política, logra conectar con una audiencia que busca información y debate.
El intento de Telecinco por revolucionar la tarde con nuevos programas ha resultado en un fracaso evidente.
Cambios superficiales en platós y presentadores no han logrado renovar el interés.
El programa de Joaquín Prat, por ejemplo, aunque más fresco, no consigue despegar y arrastra la mala racha de la cadena.
En prime time, la situación no mejora mucho.
El único formato que mantiene algo de vida es “Supervivientes”, con Jorge Javier Vázquez, pero incluso este reality enfrenta tropiezos en sus debates.
El resto de la oferta de Telecinco parece incapaz de competir con programas como “El Hormiguero” de Pablo Motos o “La Resistencia” de David Broncano, que dominan los titulares y las audiencias.
Un dato curioso es la apuesta de Telecinco por la ficción española con “La Agencia”, una serie que, a pesar de ser un soplo de aire fresco y una apuesta valiente, no consigue atraer al público esperado.
Mientras tanto, Antena 3 resiste con formatos más consolidados y TVE logra subir con documentales, películas y programas renovados como “Informe Semanal”.
Los fines de semana tampoco son el refugio para Telecinco.
Programas como “Socialité” pierden terreno frente a “De corazón” y la oferta de La Sexta no logra destacar.
Incluso formatos con presentadores reconocidos, como “Fiesta”, no consiguen remontar, y la audiencia continúa decayendo.
La crisis de Telecinco se refleja también en la percepción pública.
Algunos ya la llaman “Telequintos”, un apodo que refleja su caída a la quinta posición en audiencias, por detrás de cadenas temáticas y autonómicas.
La paciencia de la cadena con formatos que no funcionan parece agotarse, y decisiones recientes como la cancelación del programa de Santiago Costa evidencian la necesidad urgente de cambios.
Sin embargo, las medidas tomadas hasta ahora parecen tibias y poco efectivas.
Repetir formatos similares en diferentes franjas horarias, mantener una línea política cargante y no atreverse a reinventar completamente la programación han sido errores que han agravado la situación.
Telecinco se enfrenta a un dilema: seguir apostando por una programación que no conecta o buscar una revolución total que recupere la esencia que la hizo grande: el entretenimiento.
La competencia no se queda quieta; Antena 3 y TVE aprovechan cada oportunidad para ganar terreno, y las plataformas digitales continúan atrayendo a un público cada vez más disperso.
En resumen, Telecinco está en una encrucijada crítica.
El peor septiembre de su historia no es solo un dato estadístico, sino un reflejo de una crisis profunda.
La pregunta que queda en el aire es si la cadena podrá reinventarse a tiempo o si seguirá cayendo en un abismo del que será difícil salir.
Mientras tanto, el público observa con atención, quizás cansado de tanta política y formatos repetitivos, y esperando que la televisión española ofrezca algo más que debates eternos y realities desgastados.
Porque, al final, la televisión es entretenimiento, y Telecinco parece haber olvidado esa lección fundamental justo cuando más la necesitaba.