El horror superó todos los límites. Tres jóvenes, Brenda del Castillo y Morena Verde, ambas de 20 años, y Lara Morena Gutiérrez, de apenas 15, fueron secuestradas y asesinadas en un crimen tan brutal que dejó paralizado al país.
No solo por la violencia ejercida contra ellas, sino porque su ejecución fue transmitida en vivo a través de TikTok, como si se tratara de un espectáculo macabro. La sociedad argentina se divide entre la indignación, el miedo y la furia: ¿cómo es posible que la vida de tres adolescentes se convirtiera en una advertencia criminal?
Las víctimas desaparecieron el 19 de septiembre tras ser vistas por última vez en la rotonda de La Tablada.
Habían cancelado sus rutinas habituales para asistir a una misteriosa cita en la que, según lo relatado por el abuelo de dos de ellas, recibirían 300 dólares cada una.

En lugar de pedir el servicio de transporte que solían usar, aceptaron ser recogidas por una camioneta blanca. Fue la última imagen de ellas con vida.
El hallazgo de sus cuerpos en Florencio Varela, tras rastrear el celular de una de las chicas, confirmó lo peor.
Todas trabajaban en el ámbito sexual, una realidad que ya las colocaba en una situación de vulnerabilidad.
Lara, conocida en redes como “Luna”, había denunciado pocos días antes ser acosada y hostigada por vecinos que la filmaban sin su consentimiento, una muestra de la discriminación que sufrían a diario.

Las investigaciones apuntan a un clan narco liderado por un traficante peruano prófugo. La orden fue clara: ejecutar a las jóvenes como represalia.
Lo atroz fue el método: transmitir en directo la tortura y la ejecución en TikTok, con un mensaje escalofriante: “para que vean lo que pasa cuando me roban”. Al menos 45 miembros de la banda fueron obligados a mirar, como parte de una lección de poder y control.
El crimen detonó protestas masivas bajo la consigna “Ni una menos”, con miles de mujeres y colectivos feministas exigiendo justicia.
“Ya basta, no nos maten más”, clamaron en las plazas de Buenos Aires y en distintas provincias. También se alzaron críticas contra ciertos medios de comunicación por revictimizar a las jóvenes, culpándolas por sus decisiones en lugar de enfocarse en los responsables del crimen.

Entre lágrimas, Sabrina, madre de una de las víctimas, reclamó que su hija era una buena niña y que ninguna de las tres merecía un final tan atroz.
Antonio, abuelo de Brenda y Lara, confesó haber temido siempre esta tragedia y suplicó que todos los culpables paguen.
Más allá del dolor, este triple feminicidio se convierte en un punto de quiebre en Argentina. No solo por la ferocidad con que se cometió, sino porque expone de manera brutal la intersección entre narcotráfico, trata de personas y misoginia.
Lo ocurrido con Brenda, Morena y Lara revela la vulnerabilidad de miles de mujeres jóvenes atrapadas en un sistema de violencia estructural que las convierte en blanco fácil de las mafias.

La pregunta que resuena hoy en todo el país es inevitable: ¿cuántas muertes más deberán transmitirse como espectáculo antes de que la justicia y el Estado actúen con la contundencia que esta tragedia exige?