“…Hay un millón de muebles que mover / Y no sé detrás de cuál está / Lo que he perdido”. Estos versos de la canción Caída libre de Leiva y Robe son la mejor descripción de lo que ocurrió anoche en el final de Supervivientes. Montoya ha colapsado. El superviviente, absoluto protagonista de Supervivientes 2025, anoche tomó la mejor de las decisiones: no acudir al último programa que puso el broche final a esta edición. Tras lo ocurrido el jueves pasado, el sevillano,
“por prescripción médica”, ha pensado más en él que en cualquier otra cosa. No ha podido más, demasiado de todo para él. Demasiado reality, demasiada televisión, demasiada presión, demasiada exposición, demasiado. Punto. ¿Volveremos a ver Montoya? Que a nadie le quepa la menor duda de que sí, pero ahora mismo, Montoya, como dice la canción de Medina Azahara, “necesita respirar”.
Lo que ocurrió el jueves pasado fue como una olla presión en contención durante demasiados meses, quemándose en la lumbre y explotando sin control. Las revelaciones de Anita sobre las relaciones sexuales que mantuvieron nada más comenzar Supervivientes,
la tensión acumulada, el haber aterrizado en España después de meses de asilamiento y encontrarse ángeles y demonios a un lado y al otro de su cabeza, el no haberse dado prácticamente ni un respiro entre La isla de las tentaciones y Supervivientes, la fama, la televisión… Y suma y sigue. Montoya no ha podido más, Montoya ha dicho basta.

El último debate de Supervivientes 2025 tenía que ser el perfecto final para una edición de récord. Carlos Sobera lo puso con unas palabras que emocionaron a todos los concursantes: “Habéis tenido la generosidad de compartirlo con todos nosotros y por eso os quiero dar las gracias con mayúsculas. Nos habéis entretenido y nos habéis emocionado. Lo hemos pasado genial con vosotros, hemos celebrado cada uno de vuestros éxitos y hemos sufrido con vuestros errores y vuestros fracasos”. Es indudable que Supervivientes 2025 ha sido tal éxito porque ha sido un exceso de emociones y de sentimientos cuyo director de orquesta siempre fue Montoya. Y esto pasa factura. No se la pasa a quien lo ve desde casa, se la pasa a quien se expone.
Sin entrar a juzgar la intensidad de Montoya, ni si hubo sexo o no con Anita Williams al inicio del reality, ni si Montoya miente o Anita dice la verdad, el plantón de anoche de Montoya a Supervivientes responde a que Montoya ya no ha podido más y ha tomado una decisión que probablemente sea mucho más difícil de tomar que el hecho de haber bloqueado a Anita o no responder a ninguno de los mensajes de sus compañeros ni tampoco de sus amigos: Montoya ha decidido apartarse.
“Cuando pasan este tipo de cosas, suele haber una razón o un motivo de peso”, contó anoche Carlos Sobera ante la no presencia de Montoya en el debate final de Supervivientes.
“Montoya no está aquí con nosotros porque, tal y como habéis podido ver todos, concretamente el pasado jueves, no fue una noche fácil para él. Tampoco lo han sido los últimos meses, porque ha encadenado dos realities: La isla de las tentaciones y Supervivientes. Las dos han sido experiencias muy importantes en su vida pero que también le han requerido un alto grado de exigencia y de implicación emocional. Por recomendación médica, Montoya se encuentra en su casa, descansando”, ha revelado Carlos Sobera. No se puede resumir mejor lo que han sido estos últimos meses para Montoya. Una trituradora emocional sería la mejor definición, una trituradora que él mismo activo, dejó en funcionamiento y en más de una ocasión puso a tope de revoluciones.
Cuando La isla de las tentaciones terminó, Montoya sólo llevaba poco más de tres meses fuera del reality. Es el tiempo que Montoya ha estado sin la adicción que supone la televisión. Y como buena adicción es muy difícil de dejar, aunque seas consciente del daño que te está haciendo. La necesitas, la ansías, la quieres, la odias, la aborreces, pero no puedes dejarla. Montoya recibió lo mejor de la fama con La isla de las tentaciones y lo peor con Supervivientes. De pasar de ser el novio al que todo los espectadores defendían y adoraban a ser el superviviente que más comentarios negativos recibía. Entras pensando que tienes a todo el mundo a tu favor, sales y te encuentras con que todo eso se ha esfumado y que ahora eres todo lo contrario.
En medio de todo esto, revelaciones, ataques, tu entorno, el de otros, sin descanso, sin tiempo para respirar y para reordenar los muebles de tu cabeza. “No está bien”, sentenció anoche Carlos Sobera. “Desde aquí lo que vamos a hacer es mandarle un abrazo enorme a Montoya y te deseamos que te recuperes cuanto antes”. No era necesario decir nada más. Después de lo vivido el pasado jueves si Montoya hubiese acudido anoche al debate de Supervivientes, hoy se estaría hablando de “teatro”, “paripé” y “show”. Hoy también se hablará de ello. Va en el precio de la fama. La diferencia es que para que Montoya haya dado plantón a Telecinco y a la productora de Supervivientes, realmente no estamos hablando de ninguna tontería, estamos hablando de salud mental.
El apaga y vámonos de Supervivientes
Lo que se vivió el pasado jueves por mucho show y entretenimiento televisivo que fuera, para Montoya fue el “hasta aquí”. Él mismo lo dijo, lo dejó claro y lo cumplió. El encontronazo con Anita Williams, el encontrarse con que su ex pareja revelaba lo que él nunca quiso que revelara por la situación en la que le dejaba con su familia -nunca quiso reconocer que Anita y él cayeron nada más comenzar Supervivientes por todo el sufrimiento que arrastraba de La isla de las tentaciones-, el no saber gestionar cuando la fama te desborda y escapa a tu control, son las razones que explican por qué Montoya anoche decidió no estar en Supervivientes.
“Creo que al final se fue todo de madre”, fue la descripción de Anita Williams anoche sobre lo sucedido el jueves. Es la mejor descripción que se podía dar, “se fue todo de madre”. “No estoy orgullosa de lo que dije en parte porque había quedado en algo entre los dos”, siguió diciendo la supervivientes. El precio de todo eso, un final para Supervivientes que nadie imaginó y que nadie quería, y la ausencia de Montoya para todo y para todos: “Me bloqueó nada más salir. Le intenté llamar al día siguiente y tampoco me lo cogió para decirle que no estaba orgullosa de lo que estaba diciendo la gente por redes sociales porque al final la gente tiene opinión, pero hacer daño, no quiero que le hagan daño”.
Muchos pensarán que sigue siendo un paripé, que en unos días se le verá de nuevo en un plató, que está haciendo una jugada para generar más expectación y que la rueda no deje de girar. Es difícil saber si es así o no, pero el simple hecho de no estar anoche es una advertencia, es el aviso de que todo el mundo tiene un límite, y el de Montoya se superó el jueves pasado.
Está claro que Montoya volverá porque hacía mucho tiempo que la televisión no daba un personaje como él. No sólo por la capacidad que tiene para ser el protagonista de todo, sino la capacidad que tiene para generar emociones en los espectadores. Algunas buenas, otras malas, unas mejores y otras peores, pero al final Montoya es el mejor ejemplo de acción, reacción.
No se le puede pedir más de lo que ha dado. Cinco semanas en La isla de las tentaciones, convirtiendo el reality en todo un fenómeno a nivel mundial. 102 en Supervivientes siendo cada día protagonista del 80% de las tramas y salseo. Si para alguien que controla este mundo ya es duro y agotador, imagina para quien no lo controla. A Montoya le ha petado la cabeza, se le ha desbordado el vaso.