La polémica está servida y no parece que se calme pronto.

Esta semana, la exdiputada Macarena Olona arremetió con dureza contra el periodista Jordi Évole tras la emisión de una entrevista en la que,

según ella, se intentó “blanquear la imagen” de la actriz María León, recientemente condenada por atentado a la autoridad.

Todo estalló en redes sociales, como suele ocurrir en estos tiempos.

La entrevista, emitida en el programa de Évole, mostraba a una María León emocionada, defendiendo su versión de los hechos y asegurando que había sido víctima de un trato injusto por parte de las autoridades y de ciertos sectores mediáticos.

El enfoque del programa generó reacciones mixtas, pero fue la respuesta de Macarena Olona la que encendió el verdadero fuego.

Desde su cuenta oficial de X (antes Twitter), la exdiputada no se guardó nada:

“Jordi Évole, qué vergüenza de periodista. Eres un auténtico mamporrero del relato progre. Has intentado limpiar la imagen de una condenada, manipulando a la audiencia.

No tienes vergüenza ni ética,” escribió.

En cuestión de minutos, su mensaje fue compartido miles de veces, convirtiéndose en tendencia nacional.

Mientras sus seguidores celebraban su valentía por “decir las cosas como son”, muchos otros la acusaron de usar un lenguaje cargado de odio, agresivo y fuera de lugar.

Pero lejos de retractarse, Olona dobló la apuesta.

En una entrevista posterior con un medio digital afín, aseguró que lo que más le indignaba no era solo el contenido de la entrevista, sino el intento de “crear una narrativa victimista” alrededor de una figura pública que, según la sentencia judicial, había agredido a un agente de policía.

“El problema aquí no es solo María León, es todo el sistema mediático que se encarga de encubrir a los suyos mientras demoniza a quienes pensamos diferente.

Y Évole es el mejor ejemplo de esa manipulación disfrazada de periodismo,” dijo Olona.

Las declaraciones no tardaron en tener respuesta.

Jordi Évole, sin entrar en el terreno del insulto, publicó un mensaje breve pero contundente en sus redes sociales:

“Prefiero ser ‘mamporrero’ de la verdad que altavoz del odio.”

Esa frase generó una nueva ola de respuestas, esta vez divididas entre quienes defendían su integridad como periodista, y quienes lo acusaban de ser parte de una élite mediática con una agenda ideológica clara.

En medio de la batalla verbal, María León también rompió su silencio, agradeciendo el apoyo recibido tras la emisión del programa y asegurando que seguirá “luchando por limpiar su nombre”.

La actriz, conocida por su papel en numerosas producciones españolas, ha mantenido una postura firme de defensa, aunque la condena judicial ya fue ratificada.

La controversia ha abierto un debate mucho más amplio:

¿Debe un medio de comunicación brindar espacios a personas condenadas judicialmente para que cuenten su versión?

¿Dónde está el límite entre informar y justificar?

¿Y hasta qué punto un periodista puede ser considerado responsable del relato que transmite?

Mientras tanto, Macarena Olona sigue en su cruzada mediática, alejándose de los partidos políticos tradicionales pero más presente que nunca en el discurso público.

Su figura, polémica y divisiva, sigue generando titulares, y lo ocurrido con Évole es solo un capítulo más de su constante enfrentamiento con el llamado “pensamiento progre”.

Por su parte, Évole parece mantener la línea editorial de su programa, dando voz a personajes controvertidos y generando debate, aunque sabe que cada entrevista conlleva un precio: la crítica, el ruido y, en ocasiones, el ataque personal.

En cualquier caso, esta nueva polémica ha demostrado que en la España actual, las trincheras ideológicas están más marcadas que nunca.

Cada palabra, cada entrevista, cada tuit es analizado, interpretado y convertido en munición política o cultural.

Lo que para unos fue una entrevista necesaria para mostrar el lado humano de una persona condenada, para otros fue un intento descarado de manipulación emocional y de blanqueamiento mediático.

Y mientras las redes arden, los protagonistas siguen firmes en sus posturas.

Porque en esta guerra de relatos, de discursos enfrentados y verdades parciales, el fuego no parece tener fin.

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