Triste adiós: El legado y la despedida del inolvidable Manuel Torre Iglesias
Manuel Torre Iglesias fue mucho más que un presentador de televisión.
Durante más de una década, su voz grave y pausada entró en millones de hogares españoles a través de Televisión Española.
No necesitaba grandes efectos ni gritos para captar la atención: su palabra era suficiente.
Su especialidad era la salud, la prevención y la divulgación rigurosa.
Con programas como “Saber Vivir”, enseñó a la audiencia a cuidar su cuerpo, alimentarse mejor y vivir con mayor calidad.
A los 84 años, Manuel falleció tras una dura batalla contra una enfermedad renal.
Su despedida fue discreta, pero su legado merece mucho más que un simple titular.
Nunca buscó fama ni protagonismo; su compromiso fue siempre con la información útil y veraz.
En una época en que la televisión pública aún creía en la formación del espectador, él fue un pilar fundamental.
Incluso ante su enfermedad, mostró una actitud valiente y reflexiva, dispuesto a luchar por vivir más tiempo.
Nacido en Pontedeume, Galicia, Manuel combinó su formación en medicina con estudios en filosofía y docencia.
Su llegada a la televisión no fue inmediata ni por casualidad, sino fruto de años de trabajo en la trastienda.
Comenzó como ayudante de realización, aprendiendo el medio desde abajo.
Fue un perfeccionista, exigente y meticuloso, que no toleraba la improvisación ni la mediocridad.
Para él, hablar de salud era una responsabilidad que requería rigor absoluto.
En 1996, tras un cambio importante en la programación matinal de TVE, nació “Saber Vivir”.
Un programa serio, sin sensacionalismos, que apostaba por la divulgación científica y práctica.
Manuel compartió inicialmente pantalla con Teresa Viejo, pero pronto se convirtió en la figura central.
Su estilo sobrio y académico contrastaba con el bullicio de otros espacios televisivos.
Los espectadores confiaban en él porque hablaba con calma, precisión y convicción.
Durante años, “Saber Vivir” fue un éxito, compitiendo con los grandes programas comerciales.
Su formato incluía entrevistas con médicos, análisis claros y consejos accesibles para todos.
Era una clase diaria sobre salud, sin adornos ni espectáculo, pero con gran impacto.
Muchos lo veían como un ritual matinal, una voz amiga que les acompañaba y les enseñaba.
Su presencia representaba un oasis de tranquilidad en un medio cada vez más acelerado y superficial.
Con el tiempo, Manuel se convirtió en un símbolo de la televisión educativa y respetuosa.
Sus explicaciones técnicas fueron a menudo objeto de parodias y memes, pero él supo tomarlo con humor.
Esta dualidad entre respeto y humor popular le dio una segunda vida entre generaciones más jóvenes.
Aunque retirado de la pantalla principal desde 2009, su influencia perduró en la memoria colectiva.
Galicia, su tierra natal, le rindió homenajes que reconocieron su trayectoria y su impacto.
La retirada de Manuel coincidió con un cambio en la televisión pública, más orientada al espectáculo que al contenido.
Su reemplazo en “Saber Vivir” marcó el fin de una era de programas serios y formativos.
Aunque el formato continuó, perdió la esencia que él había construido con tanto empeño.
Manuel siguió apareciendo esporádicamente en medios regionales, pero nunca recuperó su protagonismo.
Su voz y estilo, tan alejados de la televisión actual, quedaron como un recuerdo de tiempos pasados.
Su muerte supone la pérdida de un referente que apostó por la dignidad y la educación a través de la televisión.
Manuel Torre Iglesias fue un hombre de principios que creyó en el poder transformador del medio audiovisual.
En un mundo dominado por la rapidez y el sensacionalismo, él mantuvo la calma y la profundidad.
Su legado es un llamado a recuperar la televisión como herramienta de conocimiento y bienestar.
Hoy, más que nunca, se extraña esa forma de comunicar que él encarnó con maestría y humanidad.
Aunque ya no esté, Manuel sigue vivo en la memoria de quienes aprendieron con él.
Su voz pausada y sus consejos prácticos permanecen como un ejemplo de compromiso y profesionalismo.
Nos deja un vacío difícil de llenar en un panorama televisivo que ha cambiado radicalmente.
Pero también nos deja una herencia invaluable: la certeza de que la televisión puede ser mucho más que entretenimiento.
Y que, con dedicación y respeto, puede educar, informar y cuidar a su audiencia.
Manuel Torre Iglesias no solo fue un presentador; fue un maestro que supo convertir la pantalla en un aula.
Su vida y obra son testimonio de que la televisión pública puede cumplir una función social profunda.
Hoy despedimos a un hombre que nos enseñó a vivir mejor, que nos cuidó con sus palabras y su saber.
Su partida marca el fin de una etapa, pero su ejemplo seguirá inspirando a generaciones futuras.
En el recuerdo queda su voz, su seriedad y su pasión por la salud y la vida.