Wilfrido Vargas, uno de los grandes íconos del merengue dominicano, ha roto el silencio para compartir detalles inéditos y profundos sobre su trayectoria, sus músicos, las tensiones internas y, especialmente, sobre Rubby Pérez, una de las voces más emblemáticas que pasaron por su orquesta.
En un relato cargado de nostalgia, revelaciones y emociones, el maestro Wilfrido nos transporta a los años dorados del merengue y a las historias que quedaron detrás del escenario.
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Para Wilfrido, el dinero y el reconocimiento deben ir directamente al intérprete, a quien canta y transmite la música, no solo al dueño de la orquesta.
En este sentido, Rubby Pérez fue considerado por Vargas como el mejor músico y cantante que tuvo en su agrupación.
Sin embargo, la relación entre ambos no estuvo exenta de conflictos.
Wilfrido recuerda cómo en un momento crucial, tras un agotador viaje y un día de grabación, Rubby fue despedido de la orquesta por interrumpir un momento creativo muy delicado.
Aunque luego intentó recuperarlo, Rubby ya había tomado su propio camino y logró brillar con éxito como solista, especialmente con temas como *Volveré*, una canción que originalmente fue pensada para otro cantante, Jorge Gómez, quien la rechazó por motivos religiosos.
Este episodio, que Wilfrido nunca había contado con tanto detalle, refleja las tensiones y decisiones difíciles que se vivían dentro de la orquesta, donde el talento y el ego muchas veces chocaban.
Wilfrido también recordó a otros grandes músicos que pasaron por su orquesta y que aportaron estilos únicos y memorables.
Juancho Viloria, por ejemplo, fue un músico con una conexión especial en el escenario, pero terminó alejándose sin que se aclararan los motivos, dejando un vacío doloroso para el maestro.
Stanis Sepeda, Peter Cruz y Víctor Víctor fueron otros nombres que Wilfrido destacó.
Wilfrido Vargas – Universal Attractions Agency
Cada uno con su estilo y talento, contribuyeron a la evolución del merengue y a la consolidación de la orquesta.
Víctor Víctor, en particular, fue reconocido como el cerebro detrás de muchos éxitos salseros en República Dominicana, aunque su legado no siempre fue ampliamente reconocido.
Trabajar con Wilfrido Vargas no era tarea fácil.
La orquesta funcionaba como una academia militar, con disciplina estricta, viajes constantes y exigencias físicas y vocales extremas.
Gene Chambers, conocido por el éxito *A mover la colita*, fue despedido sin explicaciones claras, un reflejo de las decisiones duras que Wilfrido tuvo que tomar para mantener la calidad y el ritmo del grupo.
Jorge Gómez, oriundo de Honduras, fue otro talento que costó convencer para unirse, debido a sus creencias religiosas y su resistencia inicial al escenario.
Sin embargo, su paso por la orquesta fue fundamental para temas emblemáticos como *El jardinero* y *La luna*.
La carrera de algunos integrantes estuvo marcada por altibajos dramáticos.
Leo Díaz, por ejemplo, fue un cantante venezolano con una fuerza vocal impresionante que dejó una huella imborrable en el público dominicano.
Sin embargo, su vida dio un giro trágico cuando fue tiroteado en 1998, desapareciendo luego del ambiente artístico durante años.
YO NO SOY EL REY DEL MERENGUE”: WILFRIDO VARGAS – La Mia Estereo
Sandy Reyes, otro cantante con un talento natural y apasionado, enfrentó problemas personales y adicciones que truncaron su carrera, aunque su legado musical sigue vivo.
Dentro de la orquesta, no todo fue armonía.
Vicente Pacheco, un joven prodigio, tuvo conflictos económicos con Wilfrido, sintiéndose traicionado por la falta de pagos justos, lo que llevó a su salida y a un retiro espiritual.
Meas, un cantante y productor multifacético, fue clave en la creación de éxitos como *Atrevida* y *La ventanita*.
Su partida hacia la salsa marcó un cambio importante en la dinámica del grupo, pero Wilfrido reconoció su talento y éxito posterior.
Además de Rubby, Wilfrido mencionó a otros cantantes que dejaron su sello en la orquesta: Eddie Herrera, quien pasó de interpretar baladas a dominar el merengue; Charlie Espinal, guitarrista y cantante con gran conexión con el público; Roy Tábare, un joven con talento pero con dificultades para adaptarse al negocio musical; y Joselito Trinidad, quien dejó la orquesta para incursionar en el merengue típico con éxito.
Orlando Alfonso Colón, dominicano que introdujo el rap en el merengue con *El jardinero*, fue otro pilar fundamental que permaneció más de 13 años en la orquesta y que luego formó parte de proyectos innovadores como *El Norte*.
Wilfrido Vargas cerró su relato con una invitación a reflexionar sobre las historias detrás de la música, los sacrificios y las complejidades que enfrentan los artistas.
Reconoció que aunque algunos talentos se alejaron o enfrentaron dificultades, todos dejaron una huella imborrable en la historia del merengue.
Además, destacó la importancia de entender que detrás del brillo y la fama existen tensiones, decisiones difíciles y muchas veces sacrificios personales que moldean el camino de los artistas.
La orquesta de Wilfrido Vargas fue cuna de grandes voces y talentos que marcaron una época dorada del merengue.
A través de sus revelaciones, el maestro nos muestra un mundo lleno de pasión, disciplina, rivalidades y también de triunfos que siguen vivos en la memoria colectiva.
Mientras el merengue atraviesa momentos de luto por la partida de figuras como Rubby Pérez, estas historias nos recuerdan el valor y la humanidad detrás de cada canción y cada artista que hizo vibrar a generaciones enteras.